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       El 
          Campanillo  | 
  
VIVAMOS 
  DE LA EUCARISTÍA Y DESCUBRAMOS NUESTRA MISIÓN
  Francisco Ortiz Gómez. Vicario General de Sevilla
  
  El cristiano no sólo vive su relación con la eucaristía 
  en el momento de la celebración y de la adoración, sino también 
  a lo largo de toda su vida. La liturgia eucarística y la vida están 
  íntimamente unidas. Porque hay celebración de la eucaristía, 
  puede haber adoración eucarística y vida hecha eucaristía. 
  Celebración y adoración deben conducir al cristiano a la vida 
  iluminada por la eucaristía. Si la eucaristía es ofrenda para 
  la vida, la vida también debe ser ofrenda para la eucaristía. 
  La persona que es tocada por la eucaristía es aquel que después 
  de celebrar y adorar deja que la eucaristía invada toda su vida de sentido 
  y de fuerza.
Celebración, adoración 
  y la vida son el trípode donde apoyar la experiencia cristiana. Todos 
  podemos ser "adoradores en Espíritu y en Verdad". La misma 
  celebración sincera está exigiendo un comportamiento eucarístico 
  de caridad en la vida pues quien se nutre de la eucaristía debe poner 
  en conexión el vínculo sacramental de la caridad con el vínculo 
  social de la caridad, mediante el cual debe unir la propia vida a la vida de 
  los que más lo necesiten. Ofrecer de verdad el sacrificio de Cristo implica 
  continuar este mismo sacrificio en una vida entregada por los demás. 
  Y es que en palabras de San Juan Crisóstomo el altar de la eucaristía 
  lo tenemos también en el altar del pobre: "Tú, que honras 
  el altar donde se pone el Cuerpo de Cristo, no puedes despreciar en su necesidad 
  al que es el mismo cuerpo de Cristo. Este altar lo puedes encontrar por todas 
  partes, en todas las calesas puedes en todo momento ofrecer sobre el mismo un 
  verdadero sacrificio". Cuanta implicación tiene este texto y como 
  nos ayuda a descubrir que si bien la eucaristía es celebración 
  transitoria y realidad permanente en las especies y en la vida. Por eso nos 
  recordaba Juan Pablo II que de una " verdadera concepción del culto 
  eucarístico brota todo el estilo sacramental de la vida del cristiano, 
  que convierte así su vida en signo para la eucaristía.
  
  Como parte de su legado magisterial, Juan Pablo II nos ha dejado la carta "Mane 
  nobiscum Domine", en ella pedimos al Señor que se quede con nosotros 
  para que la eucaristía sea "principio y proyecto de misión. 
  Es una llamada para que todos los cristianos nos sintamos comprometidos a dar 
  testimonio de la presencia de Dios en el mundo. La "cultura de la Eucaristía 
  promueve una cultura del diálogo, que en ella encontremos fuerza y alimento. 
  El cristiano que participa de la eucaristía aprende de ella a ser promotor 
  de comunión, de paz, de solidaridad en todas las circunstancias de la 
  vida.
  
  En el último Congreso Eucarístico celebrado en Octubre de 2004 
  en Guadalajara de México, el cardenal Meisner dijo que la Iglesia vive 
  en estos momentos de las tres palabras que son dichas durante la consagración: 
  "tomó, ofreció y pan. En el pan partido Dios nos comunica 
  su propia vida para que nosotros con nuestras propias manos lo repartamos entre 
  quienes más lo necesitan. 
  
  La eucaristía siempre nos debe lleva a salir en ayuda de los que nos 
  necesitan. Cuando la celebración o la adoración ha terminado comienza 
  nuestra misión. Esto significa que podemos ir en paz y con la conciencia 
  tranquila dando culto en la vida a Dios nuestro Señor.
  Que el pueblo de Mairena continúe dando este culto "en Espíritu 
  y en Verdad.