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       El 
          Campanillo  | 
  
¿Tiene 
  futuro el Cristianismo? José 
  Morales
  
  En nuestra sociedad se están produciendo cambios profundos y sustanciales. 
  En poco tiempo hemos pasado de una sociedad marcada fuertemente por la influencia 
  de la Religión y de la Iglesia a una sociedad secularizada, donde el 
  silencio de Dios y la indiferencia religiosa van constantemente en aumento. 
  No hace falta ser un lince para ver cómo gran parte de nuestra juventud 
  abandona silenciosamente nuestras iglesias, porque lo que allí ocurre 
  no les dice nada o no les interesa.
  
  Como a muchos cristianos, también a mí me preocupa esta situación. 
  No creo que la reacción más adulta y mejor sea condenar a nuestra 
  sociedad o plantear con añoranza una vuelta a nuestro reciente pasado 
  de cristiandad o decir que nuestros jóvenes carecen de valores y son 
  unos superficiales. Jesús, al menos, no se comportaba así. A mí 
  la presente situación me lleva a una reflexión, que quisiera compartir 
  con las amigas y amigos de "El Campanillo".
  
  Sociólogos del hecho religioso e historiadores de las religiones, periodistas 
  e informadores, plantean hoy con bastante frecuencia esta pregunta: ¿Tendrá 
  futuro el cristianismo en nuestra sociedad como un fenómeno vivo y atrayente 
  o terminará quedando reducido a una costumbre social y folclórica 
  más o a una reliquia cultural del pasado? El recordar cómo entra 
  el cristianismo en la historia de la humanidad y echa raíces profundas 
  en ella, quizás pueda ayudarnos a encontrar una respuesta, teórica 
  y sobre todo práctica, a esta cuestión. 
  
  El cristianismo entra en la historia de la humanidad gracias a "un judío 
  marginal" llamado Jesús de Nazaret. Con sus hechos y sus palabras, 
  con su manera de situarse ante las personas y las instituciones, con su manera 
  de relacionarse con Dios, Jesús "daba que hablar","provocaba 
  un rumor", que se iba difundiendo entre el pueblo. Sus paisanos se preguntaban: 
  ¿quién será este?; ¿por qué hace las cosas 
  que hace?; ¿de dónde le vienen esa sabiduría y ese poder?; 
  ¿con qué autoridad dice las cosas que dice y con qué poder 
  hace las cosas que hace: con el poder de Dios o con el del demonio?; ¿será 
  un profeta, un embaucador, o viene de Dios para ofrecernos su salvación? 
  
  
  Jesús da que hablar, porque es una persona profundamente cercana al dolor 
  y sufrimiento de su pueblo, especialmente a los excluidos, y mantiene a sus 
  discípulos en esa cercanía. Él no fue ni un monje como 
  los esenios, ni un separado al estilo de los fariseos, ni un sacerdote como 
  los que oficiaban en el templo de Jerusalén. Jesús es un seglar, 
  un obrero, que vive la presencia comprometida en su sociedad desde la experiencia 
  profunda de un Dios, que, porque es Padre compasivo, se conmueve ante todo y 
  sobre todo con el dolor y sufrimiento de los más pequeños y abandonados 
  y se derrama como perdón infinito y como consuelo, como esperanza y fuente 
  de vida y como liberación para todos ellos. ¿Qué pocas 
  veces vemos a Jesús condenar a la gente sencilla o a los pecadores! 
  Jesús da que hablar, porque con su estilo de vida, con su manera de expresarse 
  y de actuar, plantea y hace posible un mundo habitable para todos los humanos, 
  un futuro abierto a la comunicación libre y fraternal entre todos; porque 
  defiende la causa de los pobres y excluidos, se hace compañero de los 
  que no cuentan para nada en la sociedad y devuelve la palabra a los que estaban 
  desposeídos de ella. Jesús despertaba un rumor allí por 
  donde "pasaba haciendo el bien".
  
  Después, el cristianismo se abre camino en la historia de la humanidad 
  y echa raíces en ella gracias a la fe, traducida en vida, de los que 
  creyeron en Jesús de Nazaret y le siguieron. La experiencia de que Dios 
  había resucitado al Crucificado y que éste los reunía de 
  nuevo en comunidad y los fortalecía con la fuerza del Espíritu, 
  fue llevando a los primeros grupos cristianos a reproducir en sus propias vidas, 
  mediante el seguimiento, la historia de Jesús allí donde vivían 
  y trabajaban. Con ello los seguidores de Jesús también daban que 
  hablar con su forma de vivir. La gente decía: mirad cómo se aman, 
  aspiran a compartir sus bienes, entre ellos no hay pobres, ¿de dónde 
  sacarán ese modo de ser y de vivir? Así mantenían vivo 
  el rumor sobre Jesús y conseguían que la historia de Jesús 
  se volviera a contar allí por donde ellos pasaban o donde ellos vivían. 
  Este era el primer paso para la fe y el seguimiento de otros, que terminaban 
  entrando en la comunidad cristiana. 
  
  ¿Tendrá futuro el cristianismo en nuestra sociedad? La memoria 
  de Jesús continuará viva en nuestra sociedad y la fuerza transformadora 
  y humanizadora de su evangelio tendrá vigor entre nosotros, si los cristianos 
  somos capaces con nuestra presencia, con nuestro testimonio y nuestro compromiso 
  de dar que hablar, de despertar un rumor, de hacer que la historia de Jesús 
  continúe contándose entre nosotros con alegría y entusiasmo. 
  Es esto lo que puede llevar a nuestros paisanos y paisanas a interesarse por 
  Jesús y su Evangelio, a creer en él y a desear seguirle desde 
  la presencia en el corazón del mundo. 
  
  El cristianismo tendrá futuro en nuestra sociedad en la medida en que 
  las cristianas y los cristianos lo hagamos amable y creíble con nuestro 
  estilo de vida, con la manera de vivir y organizarse de nuestra comunidad cristiana, 
  con nuestro compromiso por la construcción de un mundo más humano, 
  solidario y habitable en nuestra pequeña realidad. Pero
 para eso 
  tendrán que cambiar muchas cosas en nuestra Iglesia.
  
  En la Eucaristía el Padre Dios nos regala no sólo la presencia 
  y el aliento del Señor Resucitado como compañero de camino, sino 
  también la comida, el alimento, que nos da fuerza para recorrerlo con 
  esperanza. ¡Mientras haiga pan y vino
 andaremos el camino!