Mairena canta a la Madre de las Ferias

Informa: José Manuel Navarro Domínguez

Este año Andalucía ha tenido que esperar más que de costumbre, tras una Semana de Pasión muy tardía por caprichos de la luna llena, a que Mairena, madre y maestra de cuanto en el arte del farolillo se estila, abriese de par en par las floridas puertas de esta primavera. Y lo ha hecho, pre-feria y luminarias aparte, con el sagrado rito que desde hace décadas abre la Feria de Mairena: el pregón. La proclama en la que una selecta voz invita a la ciudad y al mundo a disfrutar de la feria en la que nadie es forastero, quizás porque su corazón es como su portada, siempre abierta para acoger al que llega.

Anoche la caseta más grande del real se quedó pequeña para la multitud que había ido acudiendo desde horas antes para asegurarse un sitio desde el que disfrutar de tan singular ceremonia. Había más gente fuera, atisbando entre los cortinajes, que en el abarrotado recinto, en el que no cabía un alfiler. Ni Eva (escultural Basilisa reencarnada que cantara Estébanez Calderón), con su grácil elasticidad, hubiese podido avanzar entre el gentío. Mairena entera se congregó en el templo, el sancta sanctorum de la religión del farolillo, para escuchar la proclama de Javier Labandon. Uno de esos maireneros a los que el Cristo de la Cárcel, sabiendo de antemano el profundo amor que por este rinconcito habría de albergar su alma, le concedió el privilegio de nacer donde a su madre le diese la real gana.


Cori , Kisco (Presentador), Javier Labandón y Jose Manuel Navarro

Necesitado de padrino que lo presentase en el altar ante toda Mairena, se busco al Paco, digo al Kisko. ¡Primo! Toda una vida para asentar el castizo apelativo y un ratito fugaz para que te lo destrocen. Kisko, como se esperaba, clavó una presentación fluida y alegre, hilvanando con tino biografía y chanza, precisa, afilada y certera como estocada de viejo mosquetero con más tiros dados que las escopetillas de feria. Figueroa, padrino en la sombra, estaría comiéndose las uñas si no se las hubiera dejado ya cien veces entre las cajas de ropa y medicinas o al volante de la "fragoneta", en una labor solidaria que, si el cielo tuviera que pagar en metálico quebraría.

Javier se presentó a pedir la puerta de esa guapa mocita que es la Feria como todos los pretendientes: prudente, con buenas palabras, explicando sus buenas intenciones a la suegra. Aunque ésta ya desde el comienzo estaba rendida, encandilada por tan arrebatador yerno. Comenzó pidiendo permiso para cantar a una feria que llevaba en el alma, y una vez que el público se lo concedió con el primer aplauso, se lanzó rabioso de entusiasmo y en un arrebato de pasión se arrancó por sevillanas para demostrar, por si quedaba alguna duda, que estaba enamorado hasta las trancas de Mairena.

A lo largo de su proclama el poeta de rica e inspirada pluma fue desgranando un pregón salido de las entrañas del alma, salpimentado con algunos datos históricos, los justos, bien trazados y mejor trabados en un fluido hilo de poesía apasionada y florida. Atinó el pregonero con la historia y su afinado instinto ya le soplaba que, aunque las ferias normales surgieron como mercados de ganado, la feria que nació en este cerrito perfumado de azahar no pudo dejar de lado la fiesta ni en su misma cuna. Como campea en el titulo del libro que citó, la vieja feria era mercado y fiesta. Y es que los tres días de mercado regulados por ordenanza fiscal se quedaban cortos. Los maireneros, de siempre, aprovechaban los días previos, mientras iban llegando los ganados, para armarla de las buenas. ¡Si se consumía más mistela y aguardiente en esos días que en el resto del año! La pre-feria ya la inventaron nuestros antepasados siglos antes de que los abuelos de Ybarra y Bonaplata empezaran a pelar la pava.

Para exaltar las glorias de la fiesta le echaron un capote en el lance Ecos del Rocío y Las Carlotas, caballeros y damas de honor de lujo para una ceremonia de tronío. Le acompañaron al cante en aquel glorioso altar que fue anoche el escenario de la caseta municipal, donde El Arrebato celebró sus bodas con la Feria de Mairena.

Y tras dejar clara su proclama a los cuatro vientos, con "to el pescao vendio", alzó su copa por todos los que han hecho tan grande la feria y los que habrán de hacerla en el futuro, invitando a la concurrencia a cumplir con la quintaesencia del ritual de la feria: disfrutarla. Quienes habíamos acudido a escuchar a nuestro vecino no pudimos más que cerrar el acto con un estruendoso y prolongado aplauso felicitando calurosamente al paisano.

Aquellos que se habían acercado a la caseta municipal esperando contemplar un lucido espectáculo salieron completamente satisfechos y llevándose de regalo un embrujador pregón. Y los que vinieron buscando la palabra florida del poeta, se regalaron, además, con una espectacular demostración de poderío artístico. Y es que se había anunciado un pregonero y se presentaron dos; Javier, el poeta enamorado de Mairena, quería proclamar la buena nueva de la feria y El Arrebato, el artista apasionado, glosar piropos por sevillanas. Como no acababan de decidirse entre el poeta y el artista optaron por presentarse los dos en comandita.

Hasta las nubes, arreboladas sobre el paraguas para escuchar el pregón, se mantuvieron respetuosas toda la noche mientras los asistentes, siguiendo tan buen consejo, se dispersaban por todo el real difundiendo las nuevas del triunfo, orgullosos de haber sido testigos privilegiados de tan prodigioso maridaje. Solo avanzada la madrugada, cuando ya los ecos comenzaban a apagarse, se decidieron a ayudar a los servicios de limpieza adelantando el trabajo para asentar el polvo y escamondar un poquito el real, echando el cierre con su cortina de perlas a una noche de gloria.