(9-abril-2010) 50 años de amistad de "El Bulli"

Informa: Chema Cejudo

- Templo de la cerveza en el pueblo, debe su nombre a una anécdota infantil de su fundador y primer propietario, Juan Jiménez Ponce

Contar con un lugar de referencia donde degustar la auténtica "cerveza rubia sevillana" en torno a la buena conversación que sólo regala la amistad es un privilegio al alcance de cualquier lugar, lo difícil es mantenerlo en tan alto pedestal durante 50 años, y ése es un honor que hoy le cabe, y por eso lo celebra con junto a sus incondicionales, al Bar Bulli de Mairena del Alcor. Un pequeño local en pleno centro, no lejos de la antigua zona de los mesones y la posada del pueblo, que por sus pocos metros cuadrados hace prolongación en la misma acera de la calle San Fernando.

El establecimiento comenzó siendo una próspera zapatería de reparación y fabricación de calzado donde además, a petición de la parroquia se estableció la norma de dispensar la famosa Cruzcampo, que jamás ha dejado de ser su seña de identidad. Pero el éxito del negocio de restauración fue tal que su propietario fundador, Juan Jiménez Ponce, el mismo que aportara su remoquete de "El Bulli" como nombre al establecimiento, pronto se vio en la necesidad de tener que abandonar como "remendón" para permanecer sólo como escanciador.

Las pequeñas dimensiones del inmueble obligaron a Juan a enfocarlo como carpanta, que así es como tradicionalmente se ha apelado en Mairena a los pequeños establecimientos bodegueros donde se dispensaban (junto a la espumosa) los vinos que se llevaban la palma de los gustos de la época. Unos caldos apenas acompañados por las bien acogidas aceitunas de los olivares maireneros, casi siempre aderezadas por el propio restaurador o encargadas por expresamente, altramuces (o "chochitos" para el mairenero castizo), rodajas de tomate con sal, alguna tira de bacalao en salazón, o chacinas o productos ibéricos entre otras tapas caseras. Con el paso del tiempo llegarían además los socorridos frutos secos.

Así, siempre con la fidelidad de sus clientes como norma inquebrantable que conservan igualmente los actuales, el local apuró sus primeros veinticinco años hasta la jubilación de Juan Jiménez y la llegada de su segundo y por el momento último regente, Antonio García Expósito, quien a lo largo de su gestión (otro cuarto de siglo) se ha mantenido fiel al origen del negocio con mínimas variaciones en su modesta y funcional decoración. Simples retoques como la colocación de un aparato de televisión para ver el fútbol, y en especial los partidos del Athletic Club de Bilbao, que es la pasión futbolística del segundo barman de El Bulli. Junto a algún otro impuesto por la evolución tecnológica, como los aparatos, el tanque de tiro de cerveza, o la sustitución de la vieja radio Phillips a lámparas por un receptor más actual.

Mientras, en el terreno de lo imperturbable han ido quedando los tercios de amigos departiendo amistosamente tanto en el interior apostados sobre la barra o los huecos de las ventanas, o en la acera de la calle por el otro lado de los vanos. La incorporación de la mujer a estos grupos ha sido otro de los fenómenos vividos en la evolución del local a lo largo de sus 50 años, fiel reflejo del avance de los tiempos y las mentalidades.

La historia del nombre.- El curioso nombre del local, que hoy nos remite a un importante restaurante de la capital catalana regentado por el cocinero de moda Ferrán Adriá, no obedece ni de lejos a una burda copia ni emulación de aquel. Antes al contrario, y por coincidencias de la vida, sería en todo caso al contrario dada la longeva vida de la tasca mairenera. En realidad, obedece al calificativo de evaluación que Juan Jiménez Ponce emitía en agradecida aprobación a la hogaza de pan que para merendar le preparaba su madre, que según él estaba "muy bulli, bulli", esto era rica de tierna. Un gesto que el fundador del bar acompañaba con el correspondiente gesto de apretar la vianda con insistencia. El hecho motivó que su madre y hermanos lo comenzaran a llamar "El Bulli", que a su vez fue la denominación con la que él bautizó su negocio. De tal manera quedó fijado el nombre a su portador que mientras sus familiares fueron y continúan siendo conocidos como "Libras" aludiendo abreviadamente al nombre de su madre, Librada, él marcó la excepción entre la prole en virtud del hecho narrado.