(25-julio-2007) El día 29 deja de exhibirse el Tesoro de Mairena en Madrid

Informa: Chema Cejudo

El próximo domingo 29 se clausura en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid la exposición “El héroe y el monstruo”, donde se exhibe el valioso “Tesoro de Mairena”, colección de joyas prehistóricas halladas en 1.978 por el mairenero Andrés Morales en un lugar de la comarca de Los Alcores que nadie le consigue arrancar.

Ésta es una de las pocas ocasiones en que la colección de piezas de oro y plata que lo integran sale de su ubicación habitual en el Museo Arqueológico de Sevilla para exhibición pública. Todo un evento celebrado por Morales, que a sus 63 años manifiesta sentir por la colección “el amor de un padre por su hijo”, si bien se lamenta de la inexistencia de una reproducción fiel de la misma que pueda exponerse de forma permanente en Mairena. También de que algunas de las piezas que lo componen nunca se exponen ni se informa sobre su paradero y situación.

Sí se exponen o han expuesto con mayor o menor frecuencia la diadema (está incompleta), un torqués (especie de collar) flexible y embridado en hilo, una fíbula (especie de alfiler para asir la capa), un cintillo para recogida del pelo, una arracada (aro o zarcillo), dos pulseras en forma de serpientes que se muerden las colas enfrentando sus cabezas, 2 vasos ibéricos de plata (incompletos) más otro de origen helénico, un grupo de bullas o amuletos para la salvaguarda de la salud de los niños, y un grupo de bellotas achatadas (fruto de culto en la época por su relación con la mitología atmosférica). Todos datados por Morales en el siglo III a de Cristo, y salvo los vasos ibéricos, de oro.

Dos piezas se hallan entre las echadas en falta por Morales, una pequeña placa en oro con la incrustación en relieve de una venus púdica de probable procedencia asirio-babilónica, que él atribuye a usos como ahuyentar los malos espíritus; y un anillo con iconografía del antiguo Egipto, de probable conexión con aquella civilización a tenor del chatón que incorpora con la talla del halcón que representaba metafóricamente al dios Horus.

Este ingeniero técnico industrial de extenso currículo en la rama del metal tanto en la empresa pública como privada, se enorgullece y emociona al hablar de ese tesoro que hoy da renombre a Mairena del Alcor, sobre el que confiesa haber rescatado de una haza de labor alertado por unos labradores conocedores de su afición al rastreo de las entrañas de la tierra valiéndose de un simple detector de metales. Aprovechando las profundas estrías abiertas por los nuevos aperos y técnicas agrícolas que se implantaban en España durante las décadas de los 60 y 70 del siglo pasado, la labor de rescate resultaba muy fácil en ocasiones sin obviar, por supuesto, el factor suerte.

Morales no considera su hallazgo una excepción en las ricas y aún yermas tierras de la comarca de Los Alcores si atendemos a los enterramientos, ya que sostiene que su subsuelo esconde mucha y rica información que las autoridades deben facilitar que salga a la luz a través de un plan de excavaciones. Apoya su aserto en el conocimiento de la importancia estratégica que estas suaves colinas tuvieron para muchas civilizaciones prerománicas de la península Ibérica desde el albor de los tiempos. Se lamenta, por el contrario, de poseer informaciones y evidencias de que buena parte de ese patrimonio se ha lapidado por obra y gracia de los expoliadores.

Figura mitológicas femeninas precursoras de nuestras vírgenes.- Forma parte de las teorías de Andrés Morales, arqueólogo autodidacta hecho a partir de la praxis, que la totalidad de las piezas que integran su colección procede de abalorios y complementos de figuras mitológicas femeninas, especies de diosas protectoras típicamente mediterráneas que constituyeron el origen de nuestras vírgenes actuales. Así lo testimonia la naturaleza de las piezas, que el arquólogo vincula con las deidades trivias (tipo Dama de Elche o Baza), que se erigían en lugares santos, enterramientos, o santuarios encargados de velar por el mejor destino de las almas tras la muerte tanto como por la protección humana sin exclusión de las buenas cosechas.

Estas imágenes, situadas en lugares convenientemente destacados, eran ricamente engalanadas al igual que nuestras patronas de hoy día en una estampa que se repetiría a lo largo y ancho de toda la piel de toro, e incluso a la otra orilla del Mare Nostrum. Morales apoya su teoría en que no existen precedentes de este tipo de culto a la femenidad en ninguna otra religión derivada de la Biblia salvo en la católica, estableciendo en ese dato la línea de conexión entre ambos fenómenos. A pesar de su reticencia inicial , la Iglesia Católica se vio finalmente obligada a dar cobijo a estas figuras paganas en el siglo IV debido al gran fervor que despertaban a nivel popular. Se trataría, en suma, de la gran aportración de la cultura mediterránea al cristianismo, más vinculado en origen a la cultura del mediano oriente.

Restos de origen básicamente religiosos.- Andrés Morales sostiene que la mayor parte del patrimonio de esa época enterrado y susceptible de rescate se vincula al culto religioso. Por su carácter de amuleto eran conjuntos ricamente engalanados, que ante la amenaza del peligro y destrucción que ocasionan las guerras se protegían soterrando para un posterior rescate que en muchas nunca se producía. Eran los convulsos tiempos de la romanización de la península y la subyugación de los moradores establecidos como celtas, íberos o cartagineses por la nueva civilización. Se sabe que tras la dominación romana del Valle del Guadalquivir partieron por centenares para la metrópolis los cargamentos de oro y plata. La población autóctona defendía luchando los bienes terrenales, pero no así los espirituales que ponían a mejor recaudo de las entrañas de la tierra. Muchos siglos después hablan por sí mismos.