(1-Marzo-2006) Manifiesto por la defensa del Guadaíra

Informa: Plataforma en defensa del río Guadaíra

La marcha de la Plataforma en defensa del Guadaira hasta el Parlamento Andaluz concluyó ayer con la lectura de un manifiesto leído por nuestro paisano José Prenda Marín. Reproducimos el texto.


Recorte de El País

MANIFIESTO POR LA DEFENSA DEL GUADAIRA

El sonido del agua deslizándose por la chorrera, el tacto fresco y delicioso del fluido primigenio, el canto de los pájaros de la ribera. La inmensa monotonía de la llanura rota por un hilo de selva como una costura vital que une retales de infinitos paisajes agrarios. ¿Existe una sensación más placentera que la observación del fluir del agua libre, transparente, debajo de la sombra que produce un dosel de vegetación tupida, de fresnos, álamos y olmos?

De la sierra a la marisma, de Morón a Sevilla, corría un río. Un río como este, plateado y sinuoso, jalonado de molinos con redes secándose en sus paredes; río de orillas limpias y arenosas de las que manaban sonoras fuentes escondidas que regaban huertas de granados en flor, naranjos y limoneros.

…Corría un río con fondos de zahorra y pozas transparentes, donde se bañaban los niños en verano…… y se pescaba: hasta once especies de peces que lo convertían en uno de los más ricos de Iberia. Un río con barcas en sus orillas, éxtasis del poeta, descanso del viajero, fuente de saber del naturalista, sustento de tantos y recreo de muchos más.

…Corría un río con un Parque lleno de jóvenes de gira, de Sevilla, de Mairena, de Alcalá, profuso de flores silvestres, yerbas aromáticas y ruiseñores, reluciente, destelleante, fragante. Era "El Río" con mayúsculas. De aguas salobres, de tanta vida….Quizás perdida ya para siempre. ¡Quien sabe que seres poblaron algún día sus aguas!

Pero no podemos renunciar de ningún modo al río. Al río de todos. A la memoria histórica, a las aguas que identifican pueblos saludables, al patrimonio cultural y ecológico, a la biodiversidad de esta tierra, a paisajes únicos que reconfortan el espíritu y sirven de corredores de vida en estos momentos de crisis de naturaleza. No podemos renunciar a un futuro de esperanza. Y ese futuro pasa ineludiblemente por la recuperación del Guadaira.

El Guadaira es hoy un río desangrado de aguas profundamente contaminadas, las de peor calidad de Andalucía. Aguas nauseabundas que apenas forman un hilo de corriente la mayor parte del año. Negras, ocres, grises, turbias,… opacas, cubiertas de espuma las más de las veces. Aguas que cuando corren en el benéfico otoño, o durante la primavera, son aún más negras. ¡Que triste! ¡Que pena! Aguas víctimas de la dejadez de una sociedad insensible, de una industria mal entendida y maquiavélica, para la que cualquier medio parece justificar el fin del engorde de la cuenta de beneficios, aunque se mueran los peces, aunque se mate al río, aunque el edén se vuelva cloaca. Más que aguas, fluido imposible para ningún ser vivo, ni siquiera para aquellos que toleran las peores condiciones. Chapapote inmundo que, a diferencia del otro, no apremia a la clase política. Solo los pobres barbos cuando flotando en su superficie se hacen visibles cerca de alguna carretera desde donde se les pueda hacer fotos, suscitan el interés pasajero de los gestores públicos por este río, que lleva más de diez años esperando su recuperación.

Sus riberas están sometidas a un proceso de alteración acuciante, con una importante pérdida de cobertura vegetal y de especies leñosas nativas. Banales praderas de vegetación de cunetas florecen en sus márgenes, cuando el sobrepastoreo lo permite. Fresnos, álamos, sauces, tarajes, olmos menguan en sus orillas valladas y plagadas de restos de enseres humanos, de recipientes vacíos de toda naturaleza. Orillas recomidas por el arado incompasible, quemadas por la desidia y por la avaricia de hombres que ingenuamente creen poder raptar al río los terrenos que naturalmente pertenecen a la corriente, a la riada. Orillas limpias de cauces rectificados para facilitar el desagüe. …Como si el río fuese una vulgar tubería, como si se pudiese domesticar el ímpetu de la crecida, como si se pudiese prohibir a las mimbreras que rebroten donde les corresponda.

Muchos de los acuíferos de la cuenca están sobreexplotados y sus aguas contaminadas. Porque el desenfreno humano parece carecer de límites. Preciosas aguas que debían ser reserva sagrada para épocas de carestía. Captaciones ilegales que adelgazan los caudales del río, que hacen que cambie la naturaleza química de sus aguas, que concentran los vertidos, que reducen el espacio disponible para la vida que algún día habrá de repoblarlo nuevamente, que convierten al río en mero arroyuelo, en acequia de la codicia.
Este retazo de naturaleza lleno de humanidad que es el Guadaira, cordón umbilical de sociedades pasadas, también necesita recuperar su rico patrimonio cultural y arqueológico, abandonado a lo largo de una cuenca con vestigios milenarios. Que no se olvide que Alcalá, el granero de Sevilla, de Andalucía, fue de los Panaderos porque tenía un hermoso río con agua que movía muchos molinos.

Agua pasada no mueve molinos, pero el agua por venir si puede poner de nuevo en marcha la rueda de la vida. Como se puso en el Guadiamar, ese otro río andaluz malherido que en su día fue capaz de resucitar de la mayor de las catástrofes. Por el esfuerzo ejemplar de la administración pública y por el apoyo unánime de una sociedad de conciencia incipiente que se reveló contra el desastre.

Que no cunda el desanimo, que el río se tiene que recuperar. Que se puede recuperar. Que Arahal, Morón, El Viso, Paradas, Mairena están empezando a depurar sus desagües. Que otros países de nuestro entorno, donde son más, donde vierten más, donde su industria alcanza niveles aún lejos de los de aquí, poseen ríos vivos remontados cada año por exigentes salmones que no toleran que su medio se degrade ni un ápice. Y no pensemos que este ancestral ritual de la migración de los peces del norte de Europa no pasó por el Guadaira. También se truncó la vida allí y desaparecieron los peces. Pero fueron capaces de regenerar lo perdido, que fue tanto o más de lo que se ha perdido aquí.

Y me pregunto ¿De donde saldrían aquellos pobres barbos sensibilizadores que se dejaban ver flotando en la superficie del agua? Y digo esto porque si aún se mueren los barbos es porque aún tiene que quedar la esperanza renovada de un Guadaira lleno de peces, y también de agua, sin espumas ni venenos, ni malos olores que provoquen arcadas, sin vallados que impidan a los niños acercarse a sus orillas. ¡Un Guadaira blanco y verde! ¡Pero ya!, que son más de diez años de eterna espera, de dilaciones injustificadas para la definitiva puesta en marcha del Plan de Recuperación del río. Plan que ha de devolver la salud perdida a este hijo pródigo de la Tierra, a sus paisajes, a sus gentes.

José Prenda Marín