Mairena del Alcor
Una llamada a la Concienciación, Gaceta número 1, Septiembre 1999

Sensibilizar

Es ésta una de las principales misiones para las que puede ayudar este breve informativo. Creemos que puede ser muy beneficioso para nuestra comunidad de fieles y para cualquier persona que se aprecie de tener "buena voluntad" (en terminología del Concilio Vaticano II).

No se pretende hacer apología de los problemas, sí mirarlos de frente, y conocerlos tal cuales son. No podemos contentarnos con lo que ya hago y pienso al respecto, al menos —y como creyentes—, sin antes no haber escuchado la voz actual de la Iglesia. No puedo decir que el problema de la pobreza no afecta a mi pueblo, si no quiero enterarme ni tan si quiera, que tal existe. No debo pensar que es algo insolucionable y que no hay nada en mi mano que pueda yo hacer, sin antes no tratar de saber todo lo que ya se está haciendo y el cómo.

No podemos como cristianos conformarnos con vivir una beatería encerrada sobre sí misma, sin descubrir qué dones tengo y cómo puedo contribuir a construir el Reino de Dios (un mundo más justo, solidario y pacífico), una tarea y responsabilidad ineludibles a la que todos los bautizados (seglares y ministros) estamos llamados a realizar en este mundo, y que, lamentablemente, olvidamos con bastante frecuencia.

 

Una llamada a la Concienciación, Gaceta número 2, Diciembre 1999

¡Tengamos las ideas algo más claras!

No es infrecuente que muchos de los conceptos que utilizamos con cierta normalidad, pierdan con el tiempo su verdadero significado o definición primaria. Otras veces, preguntas sobre ellos, en principio aparentemente simples, nos dejan sin embargo boquiabiertos y perplejos, no sabiendo —al menos en ese mismo instante— qué responder. Por ello, es por lo que hemos preferido iniciar este apartado sobre la concienciación acerca del grave problema de la pobreza, aclarando unas ideas y fijando unos criterios para que, a la hora de reflexionar, barajemos todos un mismo lenguaje. Y lo haremos a modo de preguntas y respuestas para una mejor pedagogía.

¡Comencemos pues!

Una de las cosas básicas que debemos tener clara es referente a la bondad o maldad de la pobreza. O planteado de otra modo:

¿Quiere Dios la pobreza?

Ante esta sencilla pregunta que se realizase sobre una muestra representativa de creyentes, probablemente se encontrarían tantas respuestas afirmativas como negativas. La actitud hacia la pobreza estará además en función a dicha respuesta y condicionada a la forma de entender la cuestión.

Las personas que respondieran que sí, seguramente pensarían que Dios la apoya y la desea porque siempre se ha revelado de parte de los más pobres y débiles; creerían que la pobreza no es algo contra lo que haya que luchar, algo que hay que erradicar de la faz de la tierra, ya que—argumentarían—el mismo Jesús nos estimuló a que fuéramos "pobres" (en las Bienaventuranzas), y hasta en las primeras comunidades muchos cristianos vendían sus bienes y lo repartían todo (con lo que ellos, se quedaban pobres). Estas personas en el fondo no consideran la pobreza como problema en sí, sino algo que habría más bien que alcanzar.

Los que pensasen que no, dirían que cómo Dios que es todo Amor iba a querer tal atrocidad y desgracia para el hombre; que entonces, para qué le había entregado toda la creación entera si en el fondo quería que no poseyese nada; cómo Él iba a desear algo que nos impidiera desarrollar nuestra humanidad y crecer como personas; finalmente y tras varios argumentos más, dirían que sin duda no hay que desdeñar ningún esfuerzo que vaya en la dirección de eliminarla.

Para todos ellos y para los que no supiesen qué responder, quizás no venga mal la siguiente aclaración que la misma Iglesia hace al respecto:

"Dios no quiere la pobreza que impide a los seres humanos ser libres y vivir de acuerdo con su dignidad. Jesucristo, el Hijo de Dios enviado por el Padre, manifiesta en su conducta histórica los sentimientos compasivos de Dios para con los pobres…" (Documento de la Conferencia Episcopal Española "La caridad en la vida de la Iglesia").

"La pobreza evangélica supone la actitud ideal del cristiano ante los bienes materiales viviendo con sencillez y sobriedad, compartiendo generosamente con los necesitados, no acumulando riquezas que acaparan el corazón, trabajando para el propio sustento y confiando en la Providencia de Dios Padre… Es necesario aclarar que esta forma de pobreza evangélica nada tiene que ver con la miseria, la indigencia y la marginación, que degradan la condición del hombre como hijo de Dios, y que son males contra los que debemos luchar denodadamente" (Documento de la Comisión de Pastoral Social "La Iglesia y los pobres", nº1).

Por tanto, una pobreza evangélica es querida por Dios y es un bien (espiritual) que hay que fomentar; una pobreza como indigencia, como miseria y marginación (física) siempre es y representa un mal que hay que erradicar.

¿Qué postura tomó Jesús frente a los empobrecidos y marginados? ¿Fue indiferente hacia ellos?

Todo lo contrario. No hay nada más diáfano y claro en el Evangelio que la opción preferencial de Jesús por los pobres:

"Me ha enviado (el Espíritu) a anunciar a los pobres la Buena Nueva, a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor" (Lc 4,18-19).

Es tan primordial para Jesús el acercamiento a los más necesitados, que supedita hasta la herencia del Reino en los cielos a un juicio cuyo único criterio y medida será el de la solidaridad:

"Venid Benditos de mi Padre…porque tuve hambre, y me disteis de comer, tuve sed, y me disteis de beber, era forastero, y me acogisteis, estaba desnudo, y me vestisteis, enfermo, y me visitasteis, en la cárcel, y vinisteis a verme" (Mt 25,31-46).

—¿Cómo se sitúa la Iglesia frente a la lucha contra la pobreza? ¿Es algo fundamental para ella, algo necesario, sólo importante, o es una cosa más de entre tantas, una de las muchas de las que hay que ocuparse alguna que otra vez?

Ya el Concilio Vaticano II alzó su voz para defender la dignidad del hombre por encima y frente a todo, y lo que éste necesita para que su vida se precie de digna:

"Es, pues, necesario que se facilite al hombre todo lo que éste necesita para vivir una vida verdaderamente humana, como son el alimento, el vestido, la vivienda, el derecho a la libre elección de estado y a fundar una familia, a la educación, al trabajo, a la buena fama, al respeto, a una adecuada información, a obrar de acuerdo con la norma recta de su conciencia, a la protección de la vida privada, a la justa libertad también en materia religiosa" (Constitución Gaudium et spes, nº 26).

Últimamente, con motivo de la celebración del año del Jubileo 2.000, en la carta apostólica del Papa Juan Pablo II TERTIO MILLENNIO ADVENIENTE, se nos dice en el nº 51:

"En este sentido, recordando que Jesús vino a evangelizar a los pobres (Mt 5,11, Lc 7,22), ¿cómo no subrayar más decididamente la opción preferencial de la Iglesia por los pobres y los marginados? Se debe decir ante todo que el compromiso por la justicia y por la paz en un mundo como el nuestro, marcado por tantos conflictos y por intolerables desigualdades sociales y económicas, es un aspecto sobresaliente de la preparación y de la celebración del Jubileo".

El Sínodo universal de los Obispos nos recuerdan que:

"La acción en favor de la justicia y la participación en la transformación del mundo se nos presenta claramente como dimensión constitutiva de la predicación del evangelio, es decir, de la misión de la Iglesia para la redención del género humano y la liberación de toda situación opresiva".

Y nuestros Obispos españoles nos aclaran que:

"Luchar por la justicia supone para la Iglesia en general y para cada uno de los cristianos en particular, una exigencia fundamental y una opción preferencial en favor de los pobres y oprimidos" (La Iglesia y los pobres", nº45).

"Una exigencia que la impulsa, sin excusa posible, a comprometerse a trabajar en el mundo a favor de los pobres" (Ibídem nº 8).

¿Yo en mi comunidad como debería afrontar la lucha contra la pobreza?

La Iglesia somos y la formamos todos, por lo que lo anterior sobre ella es atribuible por extensión a cada uno de los creyentes. Así pues, nadie puede considerarse al margen o exento de las anteriores palabras.

Lo que sí hay es diversidad de dones y capacidades distintas en cada persona, y no todos hemos de ocuparnos a la vez de hacer las mismas y todas las cosas. La responsabilidad de luchar contra la pobreza y solidarizarnos con los necesitados sí la tenemos cada uno individualmente —y tendremos que dar cuentas de lo hecho con nuestros talentos al respecto—, pero habrá personas que se ocupen de una labor asistencial y de atención directa ayudando con su tiempo a realizar labores de voluntariado (atención a enfermos, a disminuidos, a adictos, a transeúntes e inmigrantes, a presos, a la tercera edad, etc.); otras, que luchen desde las plataformas políticas o sindicales para cambiar las estructuras que generan pobreza; otras, que se dediquen a labores administrativas, que también son necesarias; etc.

Cada uno ha de buscar su hueco en esta responsabilidad de construir un mundo más justo, y nadie puede escudarse en decir: "yo no sirvo para nada", o "esto, que lo arregle Dios".

Jesús no tiene otros brazos para hacer las cosas que los tuyos.

José Manuel Díaz.

 

Una llamada a la Concienciación, Gaceta número 3, Marzo 2000

Condonación de la Deuda Externa

¡Aún estoy solo y desnudo!

Tenía hambre y vosotros habéis organizado una mesa redonda para discutir sobre mi hambre: os lo agradezco.

Estaba en la cárcel y vosotros fuisteis a la iglesia a rezar por mi liberación: os lo agradezco.

Estaba desnudo y vosotros examinasteis seriamente las consecuencias morales de mi desnudez: os lo agradezco.

Estaba enfermo y vosotros os arrodillasteis para agradecer al Señor el haberos dado la salud: os lo agradezco.

Estaba sin techo y vosotros hablasteis de las riquezas del amor de Dios: os lo agradezco.

Vosotros, ¡tan religiosos y tan cercanos a Dios! Pero yo tengo todavía hambre, sigo solo y desnudo, estoy enfermo y prisionero, vivo aún sin techo...

Anónimo

Parábola actualizada del buen neosamaritano (Lc 10, 25-37)

Se levantó un economista "de ley" y para ponerlo a prueba le dijo:

—Maestro, ¿qué deben hacer los países del Tercer Mundo para pagar su deuda externa eterna?

Jesús le dijo:

—¿Qué piensa la mayoría?

Contestó:

—La gente, con su mentalidad neoliberal, insiste en que paguen hasta el último centavo, que devuelvan lo que deben, que no sean flojos y que trabajen más, que no se les tiene que condonar, pues la plata que deben es demasiada.

Jesús calló, durante unos segundos guardó silencio (ya conocemos los silencios de este Jesús) y comenzó a decir:

—Había una vez un país del Sur que vivía con sus alegrías y sus penas, como las tiene cualquier país. Cayó en manos de economistas, banqueros, empresarios que lo despojaron de todo, lo endeudaron, y después de haberlo molido a golpes con intereses bancarios, se fueron, dejándolo medio muerto.

Por casualidad bajaba por el camino una Iglesia que de forma paternalista oraba por él y daba algunos panes dulces por la Navidad con proyectos asistenciales. A pesar de las ayudas, no consiguió solucionarle el problema.

Lo mismo hizo un país del Norte, que sabía mucho de planes, estudios y programas de economía, pero que no daba soluciones, y además insistía diciéndole: "Oye, ¡a ver cuando pagas tu deuda!. No sintió ningún tipo de compasión y se alejó.

Pero llegó cerca de él un buen país. No era un país rico, ni hablaba mucho de él los periódicos. Era uno de esos tantos países sureños, sin fuerzas, sin nada; pero como dicen que "la unión hace la fuerza", se unió con otras naciones, también pobres, y viendo al país deudor se comparecieron.

Curaron las heridas con soluciones, que en un principio parecían utópicas, pero que al final daban salidas concretas y reales... Después lo amaron como a ellos mismos, lo subieron al mismo carro y lo llevaron por el camino por donde ellos caminaban. Lo que gastaron en su curación lo pagaron entre todos al contado, y como iba a gastar más, siguieron ayudándoles hasta que se recuperó y se sintió con fuerzas. Esta vez no para cobrar intereses interesados (así no comenzaría de nuevo la historia...).

Jesús, entonces preguntó al economista "de ley":

—Según tu parecer, ¿cuál de estos tres se portó como prójimo del país deudor?

Él contestó:

—Los que se mostraron compasivos con él.

Jesús les dijo:

—Vete y haz tú lo mismo.

Fernando Soriano Arias

La Deuda internacional. Responsabilidad de todos

Con este lema se abría el IX curso de formación de Doctrina Social de la Iglesia, organizado por la Comisión Episcopal de Pastoral Social y la Fundación Pablo VI en Madrid, el 6 de Septiembre de 1999, tratado por prestigiosos expertos cada uno desde su campo específico: lectura eclesial, reflexión bíblica, lectura simbólica, cuestión ética y moral, aspectos económicos, vías prácticas de compromiso, etc.

El problema de la Deuda podría ser actualmente catalogado como la gran "cuestión social" del Tercer Mundo y, como muy bien ha expresado Juan Pablo II, la situación es ahora insostenible, por lo que la Iglesia no puede permanecer más tiempo indiferente.

Por ello, reclama el Papa que "los cristianos deberán hacerse voz de todos los pobres del mundo, proponiendo el Jubileo como un tiempo oportuno para pensar, entre otras cosas, en una notable reducción, si no en una total condonación, de la Deuda internacional, que pesa sobre el destino de muchas naciones" (Tertio Millennio Adveniente, 51).

La entidad y gravedad del problema adquiere ya proporciones descomunales: la Deuda externa de los países en vía de desarrollo llega a ser de 2.100 billones (con "b") de dólares, mientras que en 1990 lo era de 1.510 billones y en 1980 de 570.

¿Por qué se endeudan los países?

Cuando los gastos públicos (déficit) y financieros (inversiones en actividades o infraestructuras) del país superan sus propios ingresos y beneficios (ahorro interno), se ha de salir adelante pidiendo al exterior un préstamo (deuda externa) en divisas para poder pagar dicha diferencia, financiación que ha de devolverse también en divisas y en su totalidad, junto con los intereses generados por dicho préstamo.

¿Cuándo la deuda externa comienza a ser asfixiante?

Ocurre cuando año tras año, el país no es capaz de autofinanciar la deuda contraída (pagar las amortizaciones y los intereses correspondientes), volviéndose una y otra vez a endeudarse más para hacer frente a la nueva deuda creciente, con lo que la bola de nieve se hace cada vez mayor e insostenible. Dicho país está abocado sin remedio a no salir de su penosa situación asfixiante, entrando en una fase de subdesarrollo y sin posibilidad de cambio futuro.

Los cinco países con mayor Deuda Externa Total son: Corea, Argentina, Méjico Brasil y Rusia. Sin embargo no son los más pobres, pues estos están situados con rentas per cápita entre media-alta y alta (los dos primeros). Los países considerados pobres son aquellos que tienen una renta nacional bruta per cápita inferior a 785 dólares, siendo los cinco más pobres: Etiopía, Tanzania, Burundi, Ruanda y Mozambique.

El continente africano es el más subdesarrollado y con una situación más preocupante. De los 41 PPAE (Países Pobres Altamente Endeudados) del mundo, 33 de ellos están en Africa.

¿Qué soluciones se están dando al problema?

En el mes de Octubre de 1998 cuatro instituciones —Cáritas, Justicia y Paz, CONFER y Manos Unidas— lanzaban la Campaña por la condonación de la Deuda Externa con los siguientes objetivos, entre otros:

En la cumbre del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) celebrada en Washington el pasado mes de Septiembre, la Deuda externa de los países del Sur ocupó, por primera vez, el papel que le corresponde por su trascendencia para millones de pobres en todo el planeta. Las decisiones se orientaron por una condonación de algo más del 40% de la Deuda de los 33 PPAE (lo que equivale al 4% de la Duda Externa Total del planeta) valorada en 100.000 millones de dólares.

El 28 de septiembre de 1999, con motivo de la Reunión del FMI (Fondo Monetario Internacional), Rodrigo Rato, ministro de Economía del Gobierno español, anunció: "los países desarrollados tenemos la obligación moral y la responsabilidad global de ayudar a esas naciones que luchan por salir del pozo de la pobreza". Y se comprometió a aportar 830 millones de dólares (unos 130.000 millones de pesetas) para intentar cubrir el agujero negro en que se encuentran los 33 países más pobres.

Aunque es una medida parcial y limitada, afortunadamente ya se está comenzando a dar pasos positivos y alentadores en este sentido.

Ojalá que este breve resumen sirva para que nos impliquemos y trabajemos en la medida de nuestras posibilidades en este proceso de desendeudamiento.

José Manuel Díaz

 

Una llamada a la Concienciación, Gaceta número 4, Junio 2000

25 de Junio de 2.000 Día de la Caridad Solemnidad del Corpus Christi

Carta pastoral del Arzobispo de Sevilla

Cristo, su vida y su palabra, es el mejor modelo que podemos ofrecer. No hay un mandamiento más adecuado y profundo para alcanzar el amor fraterno y los más altos objetivos reclamados por la misma dignidad de las personas, la justicia que merecen sus legítimos derechos y el amor fraterno henchido de misericordia.

No podemos dar otro pan sino de aquel del que nos alimentamos: el pan de los sacramentos y el pan de la caridad. El día del "Corpus Christi" se amasan y cuecen en el mismo horno el pan de la eucaristía y el pan del amor fratemo.

Límites, condiciones y precio.

El pan de la caridad se endurece cuando se quieren señalar límites al amor fraterno, cuando se exigen condiciones, cuando se intenta poner precio a lo que es gratuidad.

En el horizonte de la caridad no son posibles las lindes que ponen fronteras y distanciamiento entre las personas. Todos los hombres, de cualquier país, los que están y los que vendrán, son ciudadanos de pleno derecho en el espacio en el que vive la caridad.

La incondicionalidad del amor es condición propia de quien ama. Y si para amar a Dios Él no ha puesto condiciones (amarás con todo el corazón y siempre), ¿quién es el hombre para establecer la diferencia entre aquel que debe ser recibido y al que hay que rechazar? ¡Tuve hambre y me diste de comer! No me preguntabas de dónde venía, ni cuál era el color de la cara o el de las ideas con las que pensaba. El amor busca al hambriento y le ofrece del pan que tiene.

Poner precio al amor es tanto como robarle su propio valor. Nada hay que dar a quien recibió el mandamiento nuevo y está dispuesto a servir con fidelidad a su Señor. Se puede poner un precio al trabajo que se realiza, y justo es recibir el salario, pero el amor y el motivo por el que se hace la tarea no pueden pagarse. Pertenecen a la virtud de la gratuidad que aprendimos de nuestro Señor Jesucristo.

La Verdad y el amor fraterno.

Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres (Jn 8, 32). Y el amor fraterno os hará gustar el premio de la libertad, porque la caridad limpia el corazón de todas las amarras del egoísmo, de las enemistades, de la cárcel interior del orgulloso. Para ser libres nos libertó Cristo (Gál 5, l). Y para que amemos a nuestros hermanos como Él nos ha amado. Ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús (Gál 3, 28).

Brillo del amor fraterno es la incondicionalidad con la que se realiza. Ningún samaritano puede elegirse la clase de herido que va a encontrar en el camino. Lo suyo es acercarse al necesitado y tratarlo con misericordia.

Si únicamente das lo que se te pide, nada del peso del amor has puesto en la balanza de la caridad. Si sólo has dado lo que se ha pedido, obras con rectitud, pero sin generosidad. La gratuidad del amor fraterno se adelanta a ofrecer y da siempre más de aquello que pudiera haberse pedido. Nunca se puede olvidar que el modelo de referencia no es otro que Jesucristo, el que dijo: ¡Amados por nosotros como yo os he amado!

Cáritas nos lleva de la mano ante el Cuerpo y la Sangre de Cristo y, al venerar la Eucaristía, se nos abren los ojos y se enciende el corazón, igual que a los discípulos de Emaús, y reconocemos al Señor, y en Él a nuestros hermanos. Al amor de Cristo solamente se puede responder con la generosidad, con la entrega incondicional, con la fidelidad al mandamiento nuevo del amor fraterno.

Carlos, Arzobispo de Sevilla.

Reflexión sobre la identidad de Cáritas.

En 1994, los Obispos españoles aprobaron dos Documentos —"La Caridad en la vida de la Iglesia" y "La Iglesia y los pobres"— en los que con gran acierto se orientó sobre cuál es la identidad de Cáritas. En Octubre de 1997 se publicaba uno acerca de la legítima y aconsejable reflexión que sobre sí misma Cáritas hacía, tras cinco décadas de experiencia y evolución en la sociedad en la que ella se encontraba inserta.

Su elaboración, desde el borrador propuesto en la Asamblea General del 96, fue fruto de las múltiples aportaciones de todas la Cáritas Diocesanas, más la de los obispos que integraban la Comisión Episcopal de Pastoral Social.

Después de una detallada Introducción donde se explica, entre otros, el porqué de esta reflexión sobre la misión de Cáritas, el proceso de elaboración seguido, sus bloques temáticos y sobre quién puede definir tal identidad, se abren una Primera Parte donde se exponen las bases teológicas del amor preferencial por los pobres y una Segunda donde se trazan las dimensiones del ministerio de la caridad (dimensión evangelizadora, eclesial, profética y universal), y finalmente un último apartado donde se desarrollan las funciones permanentes como organismo oficial de la ación caritativa y social de la Iglesia: animación de la comunidad, formación, promoción de iniciativas, coordinación de la acción sociocaritativa, comunión de bienes y mística de la caridad.

 

¿Qué dice el documento sobre la razón de ser de Cáritas?

La razón última de la existencia de Cáritas es ser expresión del amor preferencial de Dios por los pobres. Su identidad y tarea son alentar y encauzar este amor en la comunidad, haciendo que sea lo más eficaz posible al servicio de los que tienen menos, manifestando el amor preferente de Jesús por ellos.

Por ello, Cáritas no sólo ha de constituirse donde haya un grupo de personas con inquietudes y capacidad para trabajar con los pobres, personas con devoción particular hacia esos asuntos, ni siquiera en razón de la pobreza existente a su entorno, sino que, por ser su papel "icono del amor de Dios al hombre", allí donde no aparece visiblemente organizada la dimensión caritativa, la Iglesia ofrece una imagen reducida de sí misma.

En definitiva, hay Cáritas fundamentalmente porque hay comunidad cristiana, no sólo porque haya pobres. La sociedad civil no debe percibirla al margen o sin relación con la comunidad eclesial a la que pertenece.

Cáritas pues, no puede ser concebida ni vivida como una acción periférica o de libre elección en el conjunto de las actividades pastorales; tampoco como una mera suplencia de las necesidades que no están cubiertas por la sociedad; sino como elemento constitutivo de la misma Iglesia, llamada en todo momento a manifestar el amor de Dios a los seres humanos.

Pero ¿Qué es Cáritas en sí?

Cáritas no es ni una asociación, ni un movimiento, ni una simple organización carismática optativa de la Diócesis. Es diaconía de la Iglesia, un ministerio pastoral que promueve el obispo para promocionar una dimensión irrenunciable de la comunidad eclesial que preside: la Acción sociocaritativa. Ésta, es elemento esencial de la acción evangelizadora, junto al Ministerio de la Palabra y la Acción Litúrgica.

¿Quiénes son los pobres?

En la perspectiva bíblica la pobreza no acontece de modo casual; antes bien, es el resultado de una estructura social injusta que implica una ruptura de la solidaridad y de la comunión humana.

Los pobres son aquellos que carecen de medios para subsistir; pero, sobre todo, son los que sufren la carga que supone mantener la riqueza y, en ocasiones, el lujo de otras personas y grupos humanos. Los pobres son la expresión de la injusta parcialidad de una sociedad que cuida y ama en primer lugar a los ricos, lo cual es resultado del pecado.

Y ¿Cómo actúa Jesús con respecto a ellos?

Jesús proclama nítidamente su amor a lo largo de su vida... y lo testimonia acogiendo a los pecadores, haciendo mesa con los marginados, hospedándose en sus casas, buscando lo que estaba perdido, sanando las dolencias de los excluidos... y presidiendo una nueva fraternidad donde los pobres son los primeros y los preferidos. Su predicación se torna con frecuencia en denuncia para los instalados... y sus gestos, en advertencia hacia los poderes; su amor universal se actualiza... tomando partido a favor del oprimido, débil y marginado.

De este modo anuncia la gran obra que el Padre quiere realizar: instaurar un nuevo orden en el que se acabe la opresión de los pobres y la Humanidad viva la experiencia de la fraternidad.

La gran revelación de Jesús es que Dios quiere manifestarse como Padre de todos en una nueva relación fraterna entre los seres humanos. A este nuevo estado de cosas lo denomina Reino de Dios... y el signo que lo verifica evoca una buena noticia: "¡Hay gozo para los pobres!".

¿Cómo debe actuar la Iglesia con los pobres?

La opción por el pobre nunca es meramente facultativa para el discípulo. Es condición absoluta del seguimiento, ya que pertenece al entramado nuclear del mensaje del mismo Jesús. El Espíritu Santo, por el que confesamos que Jesús es el Señor y que hace que lo reconozcamos como Buena Noticia para los pobres, es el que suscita el carisma de la caridad.

Que se mantengan las situaciones de injusticia que conducen a la muerte lenta o vertiginosa de tanta gente, es lo que en verdad hoy oculta el rostro del Dios de Jesús en nuestra sociedad. El ser y actuar de la Iglesia se juegan en el mundo de la pobreza y del dolor, de la marginación y de la opresión, de la debilidad y del sufrimiento. Una Iglesia pobre y de los pobres ha de estar irrevocablemente comprometida con la liberación de los oprimidos, de las personas y de los países que soportan la muerte lenta a causa de una pobreza que ellos no han provocado y que se opone frontalmente al plan salvador de Dios. Y es el Tercer Mundo donde están la mayoría de los pobres.

La acción a favor de la justicia y la participación en la transformación de la sociedad se nos muestra como una dimensión constitutiva de la predicación del Evangelio. El gran escándalo del cristianismo es que a los pobres no les llegue el Evangelio; en otras palabras, que en ambientes pretendidamente cristianos no haya gozo para los pobres, sino tal vez humillación, marginación, explotación o, simplemente, descuido y olvido.

¿Cual es entonces la tarea esencial de Cáritas?

Cáritas se siente animada por una misión permanente e irrenunciable: ser Iglesia pobre y para los pobres; ayudando a la misma Iglesia a no caer en la tentación de acumular riquezas y ser signo de credibilidad de los valores del Reino. Su acción debe siempre salvaguardar y promover los valores que la Doctrina Social de la Iglesia presenta por fundamentales en el compromiso social de los cristianos, entre los que cabe señalar: los derechos humanos, el bien común, la subsidiariedad y solidaridad, aunando en su actuación la paz y la verdad, la justicia y el amor, y estimulando la responsabilidad y la laboriosidad.

La acción caritativa no puede entenderse ni realizarse como encubrimiento de las múltiples formas de injusticia arraigadas en la sociedad: hay que recordar los derechos de los pobres, analizar las situaciones en que se conculcan tales, denunciar las injusticias que sufren, aportar los orientaciones oportunas y colaborar para realizar los cambios necesarios.

Cáritas ha de buscar, por encima de todo, hacer posible que los empobrecidos lleguen a ser sujetos agentes de su propia historia, ayudándoles a descubrir las causas que generan su propio empobrecimiento y exclusión social y acompañándolos en la liberación de situaciones de dependencia o ignorancia. Debe promover además, el cambio social, tanto en las estructuras como en los mecanismos y cimientos que lo sustentan.

Cáritas tiene una gran tarea por delante: dar sentido a la fraternidad universal, comenzando por los últimos de la tierra; suscitar en la comunidad cristiana y en la sociedad el compromiso de la solidaridad con todos los pueblos; y participar en proyectos de amplitud cada vez más universal y ecuménica: con los cristianos de otras confesiones, con los creyentes de otras religiones y con todos los hombres de buena voluntad. Cáritas está llamada a superar en Cristo la disociación entre el amor a Dios, invisible, y el amor a los pobres excluidos e ignorados, que ha de ser visible, creíble e inteligible para todos los seres humanos.

J. M. Díaz

 

Una llamada a la Concienciación, Gaceta número 5, Septiembre 2000

Esto se puede salvar

Extracto de los Informes del PNUD 97 y 98 Sevilla.

La aceleración del progreso del desarrollo humano y la erradicación de las peores formas de pobreza se hallan a nuestro alcance pese a los retos y retrocesos. Sabemos lo que se debe hacer. Y el mundo cuenta con los recursos necesarios para hacerlo" (Proyecto de Desarrollo de las Naciones Unidas 98, p. 37).

1. Pobreza absoluta: situación y tendencias actuales

La pobreza absoluta se refiere a la carencia de los mínimos vitales y necesarios para vivir en condiciones que no nieguen su dignidad.

La situación reflejada en los informes del PNUD de los años 1997 y 1998 indica que la erradicación de las manifestaciones más severas de la pobreza absoluta podría ser una realidad dentro de 30, 40 o, incluso, 50 años.

La perspectiva según una tendencia aritmética indica que la escolarización primaria de todos los niños puede ser realidad en 33 años, la nutrición de todos los niños menores de 5 años en 59 años, la desaparición de la mortalidad infantil antes de un año en 23 años y el acceso de todos al agua potable en 20 años.

Sin embargo, el objetivo de muchos países (y de Naciones Unidas) es acelerar este proceso de erradicación que actualmente ya está en marcha, y acabar con la pobreza absoluta en sus expresiones más severas en 10 o 20 años, como máximo.

 

2. Costes de la erradicación de la pobreza absoluta

Se calcula que:

Superar las dimensiones más severas de la pobreza absoluta tendría un coste de 40.000 millones de $, menos del 0,25% del PIB mundial.

 

3. Costes de la erradicación de la pobreza relativa

La pobreza relativa mide la desigualdad existente dentro de una sociedad. Así por ejemplo, la Unión Europea define la pobreza como el hecho de tener un ingreso inferior a la mitad de la renta media del país.

Con menos de 1$ de ingreso diario viven 1.300 millones de personas en situación de gran indigencia. Según la tendencia actual, dentro de 32 años toda la población debería haber superado la línea de 1$ al día.

Es posible aproximadamente calcular el costo de colmar la diferencia entre el ingreso anual actual de los pobres y el ingreso mínimo con lo cual ya no se hallarían en situación de extrema pobreza. Se calcula que es alrededor de 40.000 millones de $ anuales.

Así, el coste total de la erradicación de la pobreza es aproximadamente de 80.000 millones de $, alrededor de un 0,32% del PIB mundial:

 

4. Vías para la erradicación de la pobreza absoluta

Debe destinarse más dinero a las políticas sociales básicas y a los programas sociales: programas de nutrición, agua potable, asistencia primaria (incluyendo vacunaciones), saneamiento, y escolarización primaria y secundaria. Se calcula que los presupuestos nacionales podrían aportar 30.000 millones de $ y la ayuda internacional los 10.000 millones restantes.

Habrá desarrollo (social y económico) si la mayoría de la población tiene salud y educación: "capital humano".

Destinar, como mínimo, un 20% del presupuesto público (no sólo un 13%, como sucede ahora) a programas y políticas sociales básicos.

Canalizar mejor la ayuda internacional para el desarrollo: destinar, como mínimo, el 20 % de la ayuda internacional a programas sociales básicos (y no el 10%); concentrar la ayuda en los países más necesitados (y no tanto en los aliados).

Estos dos objetivos se resumen en la INICIATIVA 20:20, propuesta en la Cumbre de la ONU sobre Desarrollo Social de 1995, y que busca, precisamente, alcanzar la cobertura universal de los servicios sociales básicos, es decir, el acceso de todos a los cuatro factores de desarrollo: educación básica, salud primaria que incluya la salud reproductiva, nutrición y agua potable y saneamiento.

Presionar a los gobiernos para que cumplan estos compromisos, a través de la opinión pública. Para este objetivo, es fundamental el trabajo de sensibilización de la opinión pública que llevan a cabo las ONGs y entidades afines.

 

5. Vías para la erradicación de la pobreza relativa

La actual globalización está produciendo un crecimiento económico desequilibrado, muy mal distribuido a nivel mundial: los países más ricos están siendo los más favorecidos por la globalización, y dentro de estos países, las capas sociales más ricas. Los ciudadanos ricos del planeta se están enriqueciendo más y los pobres cada vez tienen una participación menor en la riqueza mundial.

En consecuencia, es imprescindible gobernar la globalización.

Si la globalización se deja en manos sólo del mercado, se acrecientan las desigualdades y se producen los consiguientes efectos sociales indeseados. Es necesario articular unas políticas económicas y una regulación internacional de los flujos económicos, que permitan acelerar el crecimiento mundial y distribuirlo en favor de los más pobres. Esta responsabilidad recae, principalmente, en los países ricos, que son los que controlan los organismos económicos multilaterales.

- Qué deben hacer los gobiernos de los países en desarrollo:

Establecer políticas económicas redistributivas y desarrollar políticas de inversión en "capital humano" (políticas sociales: educación y salud); apoyar al sector económico informal, financiando a microempresas y desarrollando microcréditos.

Hay que tener en cuenta que el servicio de la deuda externa absorbe buena parte de los presupuestos públicos de los países pobres.

El círculo vicioso que esto provoca es el siguiente:

Eliminar los obstáculos para el crecimiento económico de los países en desarrollo. Muy especialmente dos:

Presionar a sus gobiernos para que fomenten un orden económico internacional más equitativo. Para ello, es imprescindible una opinión pública sensibilizada, con capacidad de presión.

Además, hay cuestiones que son también absolutamente fundamentales para la prosperidad económica de los países pobres, tales como: la prevención pacífica de conflictos, el fomento de la paz, la reducción de los presupuestos militares, etc.

"La falta de compromiso político, no de recursos financieros, es el obstáculo real que se opone a la erradicación de la pobreza. Claramente, la erradicación de la pobreza está al alcance de los medios con que se cuenta actualmente" (PNUD 97, p. 126).

Cristianisme i Justícia - n. 136 - octubre 1999.

(por A. Comín y J. Cuadros)

 

Una llamada a la Concienciación, Gaceta número 6, Diciembre 2000

El anuncio de un "Reinado"

Esto se puede salvar

Bajo este título figuraba en nuestro número anterior un artículo del PNUD 97-98

donde se reconocía abiertamente y sin medias tintas la posibilidad real de erradicación de la pobreza que existe hoy en nuestro mundo. Según dichos informes "la erradicación de las peores formas de pobreza se hallan a nuestro alcance pese a los retos y retrocesos. Sabemos lo que se debe hacer. Y el mundo cuenta con los recursos necesarios para hacerlo" (Proyecto de Desarrollo de las Naciones Unidas 98, p. 37).

Actualmente, pues, existen sin lugar a dudas, las condiciones objetivas para erradicar el hambre, el subdesarrollo y la miseria. Tenemos los cauces, los medios y las infraestructuras necesarios para conseguir un reparto más equitativo de las riquezas: "Claramente, la erradicación de la pobreza está al alcance de los medios con que se cuenta actualmente" (PNUD 97, p. 126).

¿Por qué entonces la situación no se soluciona?

"La falta de compromiso político, no de recurso financieros, es el obstáculo real que se opone a la erradicación de la pobreza". Con esta afirmación recogida de dichos informes, concluíamos el artículo de nuestra anterior Gaceta. Si la solución de la pobreza se encuentra pues, en un verdadero compromiso político empeñado en su erradicación, entonces hemos de buscar los orígenes donde estos son formulados y los motivos en los que se apoyan. ¿De dónde parte el compromiso político? ¿Dónde se corrige, construye o proyecta?

Los partidos políticos formulan sus compromisos en los "programas electorales" que presentan a la sociedad en las inmediaciones a unas elecciones. En estos programas, no sólo se quiere dar respuesta a una determinada manera de entender cuál es la organización y funcionamiento idóneos —así considerados por cada uno de ellos— de estructurar la sociedad para los fines y objetivos marcados; también se quiere dar respuesta a los anhelos de los ciudadanos a quienes los programas van dirigidos.

Todo partido político sabe que si no conecta y sintoniza con las aspiraciones y deseos de la población, difícilmente conseguirán sus votos, cosa necesaria para poder desarrollar aquellos compromisos prefijados.

Esto nos lleva a considerar que la falta de compromiso político en erradicar la pobreza transparenta nada más y nada menos que la falta de este propósito en los mismos ciudadanos. Si todavía nos quedan dudas sobre esto, intentemos cada uno responder en conciencia a los siguientes interrogantes que plantearía el tomarse en serio tal propósito:

No nos engañemos pensando que los Gobiernos pueden erradicar la pobreza sin que las medidas tomadas para ello no nos afecten de alguna u otra manera. Sobre todo a los que pertenecemos al sector desarrollado del mundo (el 20%), los que poseemos el 80% de las riquezas del globo terráqueo. La solución pasa por un reparto más equitativo —es de justicia—, en el que nosotros indudablemente tenemos la de perder: tener menos, para que otros tenga algo.

El hombre que abrió una brecha en la historia de la humanidad

Hace mucho tiempo vivió un hombre sencillo, en una parte casi perdida del imperio romano (hacia el este), en una ciudad insignificante de aquella zona. Un hombre que no fue educado en las escuelas de los grandes maestros y sabios de la época (aunque sí sabemos que sabía leer); pobre y, por tanto, sin poder alguno de influencia en su sociedad; que no hizo grandes cosas dignas de ser mencionadas por los historiadores de la época; que al parecer sólo fue itinerante de pueblo en pueblo durante un período impreciso y breve de tiempo (entre un año y tres como máximo), acompañado de unos pocos seguidores; un hombre más, que para colmo de su insignificancia y desdicha terminó ajusticiado.

Sin embargo, aquel hombre ha abierto un surco tal en la historia de la humanidad, que la ha marcado definitivamente con un alcance y dinamismo impensables, algo humanamente inexplicable desde los recursos de los que disponía. De tal forma hizo mella en la historia, que el desarrollo de ésta, no ha podido desligarse ya de aquella semilla por él sembrada.

¿Qué anunció este hombre?

Fue un hombre que tan sólo se presentó proclamando una estupenda noticia para sus paisanos —los pobres, al igual que él—, la de un "Reinado" que:

¿Qué era aquello del reinado?

Jesús dedicó casi toda su actividad a exclusivamente presentar el Reino. Pero, habría que decir que la idea del "Reino" no fue original de Jesús, sino que tenía profundas raíces en la historia y en la cultura del pueblo judío, y más precisamente en aquella época concreta de profundos anhelos y esperanzas tantas veces frustradas. Tal y como lo esperaban los judíos, apoyados en las promesas del Antiguo Testamento, "sería un reino de grandeza material, pero al mismo tiempo un reino de justicia perfecta en la tierra" (véase El "Padrenuestro" en traducción de equivalencia dinámica, por J. Alonso Díaz).

¿Dónde está su novedad?

Si no fue una idea tan original, ¿Qué proyecto novedoso presentó con su mensaje a la sociedad?

Trajo un reino que se iniciaba ya en aquellos momentos (no había que esperar a la consumación de los tiempos); un reino para este mundo presente, aunque no se ahogue completamente en él; un reino no de castigo ni de juicio, sino de perdón, "año de gracia del Señor" (Jesús expresamente omite al citar aquí al profeta Isaías, el versículo que le sigue de venganza divina: "el día del desquite de nuestro Dios"); un reino de Dios actuando en la historia humana para posibilitarla hacia su verdadero desarrollo.

Pero sobre todo, su novedad estuvo en presentar de qué manera quiere Dios reinar en la humanidad, es decir, transparentó cómo actúa Dios cuando actúa en la historia. Sus gestos, lenguaje y obras no fueron inconscientes, neutrales, o inocentemente realizados; evidenciaban la dimensión de protesta de Dios frente aquella situación de pobreza, de discriminación y de injusticia; ¡Dios se había puesto definitivamente del lado del oprimido! (ésa era la Buena Noticia), revelándose con una voluntad decidida de erradicar ese sufrimiento en la humanidad.

¿En qué consistía, en concreto, su propuesta?

Su actitud y postura frente al sistema social establecido debió producir un tremendo choque e impacto contra todo el orden establecido y la escala de valores dominante:

El desenlace de aquel proyecto

Unos seguidores suyos, tras superar la frustración de su muerte e iluminarse de sentido la experiencia vivida (tras vivenciar la Resurrección y la Fuerza de Pentecostés), pusieron en práctica aquellas enseñanzas, comenzando cada uno a vender sus posesiones y ponerlas al servicio de la comunidad de Jerusalén (Hch 2, 42-47; 4, 32-37). Cuando ya no hubo más bienes que repartir ni nada más que vender, sobrevino sobre aquella comunidad una gran pobreza. Pablo salió al paso de aquel problema pidiendo a las demás comunidades que tuvieran la solidaridad necesaria para tratar de paliar tal situación (Rom 15, 25-27; 1 Cor 16, 1-4; 2 Cor 8-9; Gal 2, 10).

Entonces hubo las condiciones subjetivas (las ganas interiores) para querer construir el ideal evangélico, pero faltaron las condiciones objetivas, es decir, los medios que hacen posible en la práctica la erradicación de la pobreza.

El reto que hoy tenemos

Hasta hoy, no se podía afirmar con seriedad y base científica, que disponemos de las condiciones objetivas para lograrlo. Pero el problema actual está en carecer de las suficientes condiciones subjetivas para hacerlo realidad. En este sentido, hoy más que nunca, el hombre necesita de Jesucristo. Necesita creer en su propuesta de un mundo más justo y equitativo que, aunque raye la utopía, puede llegar a ser realidad. El hombre de hoy necesita que se le anuncie la posibilidad real de aquel Reinado factible de consumar.

El gran reto que tiene la Iglesia hoy planteado es el de saber suscitar al hombre moderno la subjetividad necesaria para entusiasmarse con la construcción de ese Reinado que aún no hemos hecho presente.

Si la nueva evangelización que claman los hombres del Tercer Milenio no proyecta entusiasmo en la construcción de aquel reinado que Jesús nos trajo, todo se quedará una vez más, desgraciadamente, en simple palabrería y mero adoctrinamiento.

J. M. Díaz

 

Una llamada a la Concienciación, Gaceta número 7, Marzo 2001

"Que la justicia corra como un torrente"

Estábamos esperando para celebrar la Eucaristía del Jueves Santo. Yo había llegado a la iglesia unos minutos antes. Mientras esperaba que llegara la hora de la celebración, oía cómo detrás de mí dos personas hacían este comentario:

Y el compañero de asiento le contestaba por lo bajini:

A la media hora, los dos se acercaban a comulgar con toda tranquilidad y recogimiento. A lo largo de toda la celebración de aquella Eucaristía se levantaba en mi interior una y otra vez esta pregunta:

En las lecturas de las misas de estos domingos de cuaresma la Iglesia nos presenta lecturas de los profetas, que critican el culto. Y rápidamente he recordado este hecho, vivido hace algún tiempo.

Quizás hoy estemos asistiendo a un resurgir de procesiones y fiestas religiosas y a un culto ampuloso, vacío de sentimientos cristianos y de compromiso a favor de la justicia. ¡Un culto barato, que no arranca de una comunidad de sentimientos con Cristo y que tiene poco que ver con la vida real y sus problemas!

Los actos de culto tienen mucho sentido para un cristiano, cuando la comunidad que los celebra está en la misma sintonía de Cristo, cuando van acompañados de una búsqueda sincera de la voluntad de Dios y de un deseo ardiente de cumplirla arriesgando en ello la vida, como hizo Jesús. No es casualidad que el centro del culto cristiano sea la Eucaristía, donde Jesús nos invita a decir con sinceridad y en verdad, unidos a Él: "este pan es mi persona y mi vida, dispuestas a romperse como un pan para dar vida al mundo".

Los profetas nos hacen caer en la cuenta de que lo que verdaderamente agrada a Dios no es la dedicación a unas prácticas religiosas rutinarias y vacías o a un culto formalista; el culto que agrada a Dios tiene que ir fundido con la práctica de la justicia y con el compromiso por la construcción de una sociedad más humana y solidaria. El profeta nos advierte que Dios nos puede tirar a la cara nuestros cultos, si nuestras manos están manchadas con la sangre de los pobres o si somos indiferentes y pasivos ante su explotación, marginación y el sufrimiento.

"Conocer a Dios es defender la causa del pobre y del necesitado"(Jer 22, 16). Por eso lo que Dios quiere de nosotros y lo que más le agrada es que en nuestra sociedad "corra el derecho como una fuente y la justicia como un torrente que no se agota" (Amos 5, 24). Y nos pide que pongamos al servicio de ello nuestra persona y nuestra vida. Éste es el culto que más agrada al Dios de Jesucristo.

José Morales

"La opción preferencial por los pobres"

Es una fórmula acuñada tras el Concilio Vaticano II, con la que se quiso sintetizar la misión de la Iglesia y el ejemplo de Jesús de incorporar a la sociedad a todo aquel que es marginado por ella.

Una fórmula que despertó sospechas en algunos ambientes eclesiales, e incluso abierto rechazo. ¿Por qué los creyentes tienen que implicarse en la lucha contra la pobreza? ¿Por qué, concretamente los cristianos, deberíamos considerar que la lucha contra la pobreza es algo consustancial a nuestra condición?

Antes de iluminar respuestas para estas cuestiones —lo que pretende ser el objetivo de este breve artículo— clarifiquemos lo que significa esta expresión.

La opción preferencial por los pobres significa un compromiso efectivo de solidaridad con ellos o lo que es lo mismo: ponerse de su lado, de su parte. Este compromiso efectivo, que motiva el contacto con los pobres, acercarse a la realidad que sufren los empobrecidos, desemboca en la denuncia de su situación y en el anuncio de propuestas para su promoción y la erradicación de la pobreza

La causa de Dios es la causa de los pobres.

Respecto a las cuestiones planteadas, lo primero en que deberíamos reparar es en la mirada y postura que toma Dios en el Antiguo Testamento frente al indigente: Dios se nos muestra como el Libertador de toda esclavitud, sacando de Egipto a los israelitas (Ex 3,7-10; 6,5-8); Defensor del oprimido y el que hace valer los derechos de los marginados, como las viudas, los huérfanos y los extranjeros (Dt 10,17-19; Is 1,11-17); al que por encima del culto y los sacrificios, le agrada el que busquemos la justicia, el defender los derechos de los oprimidos, el que rompamos los yugos que encadenan a los pobres (Is 58,3-11). De modo paradójico, la imparcialidad de Dios —Padre amoroso de todos— se convierte en preferencia para con los pobres.

Jesús trae la buena noticia a los pobres.

Lo segundo a tener en cuenta es la forma nítida en que Jesús con sus gestos, palabras, opciones y acciones, ama preferencialmente a los pobres de su tiempo. Lo testimonia acogiendo a los pecadores (Lc 5,20), haciendo mesa con los marginados (Lc 5,30; 14,15-24), buscando lo que está perdido (Lc 15,1-7; Mt 9,36), sanado las dolencias de los excluidos (Lc 8,26-39; 17,11-19) y presidiendo una nueva fraternidad donde los pobres son los primeros y los preferidos (Lc 13,15-24). De este modo se anuncia la gran obra que el Padre quiere realizar en la persona de Jesús: instaurar un nuevo orden en el que se acabe la opresión de los pobres y la Humanidad viva la experiencia de la fraternidad.

La promoción de la justicia, misión de la Iglesia.

En tercer lugar, la Iglesia, que entiende su misión desde la misión de Jesús y está llamada a evangelizar —para esto existe (Pablo VI, Evangelii nuntiandi, 14)—, tiene como dimensión constitutiva de su misión evangelizadora "la acción a favor de la justicia y la participación en la transformación del mundo" (Sínodo Universal de Obispos de 1971, La justicia en el mundo, Introducción).

Esta novedosa afirmación (no había aparecido en documentos anteriores de la Iglesia) responde a una nueva sensibilidad, que permite descubrir exigencias actualizadas del Evangelio, y que los padres sinodales eran conscientes de que a más de uno iba a sorprender, incluso a escandalizar. Lo afirman de modo inequívoco: que la transformación de las estructuras de la sociedad es una dimensión constitutiva de la evangelización y de la misión de la Iglesia.

La lucha contra la pobreza, dimensión de la existencia cristiana.

La lucha contra la pobreza, como dimensión de una existencia cristiana, no es una tarea más en la Iglesia. Estamos ante algo decisivo para su credibilidad, como sacramento de salvación. "En efecto, si el mensaje cristiano sobre el amor y la justicia no manifiesta su eficacia en la acción por la justicia en el mundo, muy difícilmente obtendrá credibilidad entre los hombres de nuestro tiempo" (Sínodo Universal de Obispos 1971, Parte II, n. 1).

No podemos, por tanto, contentarnos con remitir esta tarea a algunos en la Iglesia, a los que se les considera dotados de una vocación especial. Hemos de asumir nuestra propia cuota de responsabilidad.

No vale tampoco decir que para eso están las Cáritas, y que éstas ya cuentan con buenos colaboradores, con una adecuada organización y el apoyo económico suficiente. La lucha contra la pobreza no es una tarea reservada a especialistas. No es ni siquiera una tarea opcional, que algunos escogen libremente: es algo que corresponde al núcleo mismo de la evangelización y que cada uno tendrá que ver como llega a impregnar su compromiso cristiano y su vida en la sociedad.

Nadie podrá sentirse dispensado de impulsar en todos los ambientes en que se mueve una conciencia creciente de que la pobreza es un problema estructural de nuestro mundo y un atentado contra la justicia.

Reflexiones sobre:

(Dr. Ildefonso Camacho Laraña).

(Obispos de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, Octubre de 1.997).

J. M. Díaz

 

Una llamada a la Concienciación, Gaceta número 8, Junio 2001

"ECHARLE UNA MANO A DIOS"

"Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos a nuestros hermanos. El que no ama permanece en la muerte"

(1 Jn 3, 14).

Acababan de terminar la catequesis. Ese día habían tratado de la oración y parecía que las cosas debían haber ido bien, pues los pequeños salían contentos y formando mucho ruido. Nacho se había quedado metiendo las cosas en su carpeta y el catequista aprovechó la ocasión para tener un pequeño diálogo con él:

— Oye, Nacho, ¿tú rezas a Dios?

— Sí, todas las noches al acostarme.

— Y ¿qué le pides?

— No le pido nada. Le pregunto si puedo ayudarle en algo.

El catequista se quedó sorprendido y, de camino hacia su casa, no hacía más que darle vueltas en su cabeza a la respuesta que le había dado Nacho: "¡No le pido nada. Le pregunto a Dios si puedo ayudarle en algo!".

Tan metido estaba en su reflexión, que decidió sentarse un rato en uno de los bancos del parquecillo que había en el trayecto de la parroquia a su casa. Se dio cuenta de que, en la medida en que avanzaba en su reflexión, le surgía con más fuerza una pregunta:

"Y yo ¿en qué puedo ayudar a Dios, en qué puedo echarle una mano?"

Poco a poco fue cayendo en la cuenta de que la mejor manera de corresponder a tanto amor como Dios nos ha tenido y nos tiene quizás consista en echarle una mano para que, a través de nosotros, Él pueda mostrar su amor a cada una de las personas concretas con quienes nos vamos encontrando en la vida. Ahora comprendía mejor y con más realismo por qué Jesús nos había dejado un solo mandamiento: "amaos unos a otros como yo os he amado, en esto conocerán que sois discípulos míos".

¿No tendrían que hacernos pensar también a nosotros las palabras de Nacho? ¿En qué puedo yo "echarle una mano a Dios", para que su amor pueda llegar de una manera clara y concreta a sus hijos que más sufren, a los más necesitados, a los que cada día van quedando marginados en esta sociedad?

No se trata de tranquilizar nuestras conciencias dando una cantidad más o menos grande de dinero, sino de ir aprendiendo a trabajar unidos para que todos esos hombres y mujeres, hijos de Dios y hermanos nuestros, puedan integrarse a la vida social con toda su dignidad de hijos de Dios, viendo reconocidos y respetados todos sus derechos y pudiendo cumplir con sus deberes.

Los cristianos sabemos muy bien, porque está muy claro en el Evangelio y nos lo recuerdan constantemente el Papa y nuestros obispos, que el encuentro con Cristo nos lleva, a no ser que se tuerza por intereses egoístas o quede paralizado, al encuentro con los pobres.

Jesús nos dice que Dios, el Padre, se conmueve, ante todo y sobre todo, por los pobres, por los hambrientos, por los que lloran, por los que sufren, de modo que la afirmación de la presencia de Dios en nuestro pequeño mundo, su Reinado, debe traducirse en consuelo, esperanza y liberación para todos ellos. Sus sufrimientos, las injusticias que soportan, su marginación se oponen al Reinado del Dios de vida, que ha enviado a su Hijo al mundo para que todos vivamos en plenitud.

En la parábola del buen samaritano (Lc 10, 25-36) Jesús deja muy claro a sus paisanos que el tener entrañas de compasión, misericordia y ayuda para los hombres y mujeres arrojados a la cuneta de la vida es mucho más agradable a Dios que el culto del templo. Y en la parábola del juicio final (Mt 25, 31-45) Jesús plantea a todos los hombres y mujeres, sean creyentes o no, que la preocupación y ayuda eficaz al prójimo necesitado es necesaria y suficiente para hacernos capaces de entrar en el Reino de Dios.

Pero, si no queremos que el amor preferencial a los pobres –del que con tanta insistencia y urgencia nos habla el Papa- se quede en un sentimiento romántico, vago y etéreo o en dar unas pesetas, tenemos que ser conscientes de lo que exige el verdadero amor y practicarlo. Un amor verdadero y realista exige de nosotros:

Si queremos ser testigos de Cristo y anunciadores de su Evangelio en un mundo, como el nuestro, fuertemente marcado por la pobreza, tendremos que plantearnos muy seriamente el problema de la pobreza y sus causas como la tarea prioritaria. Entonces veremos con más claridad y realismo en qué y cómo podemos echar una mano a Dios para que los pobres, sus hijos más débiles y necesitados, recobren su dignidad, sean plenamente protagonistas de sus vidas y se vayan integrando como verdaderos ciudadanos en la vida social. Para esto tenemos que unirnos los cristianos. De otra forma nuestro cristianismo tendrá muy poca credibilidad.

Pepe Morales

 

Una llamada a la Concienciación, Gaceta número 9, Septiembre 2001

AHORA NOS PIDEN ALGO DISTINTO

Amudi, Minetu, Ladour, Suadu, Jatari, Zeina... Así se llaman algunos de los niños y niñas saharauis, que desde hace unos años vienen compartiendo unos meses de verano con nosotros. Los hemos visto en nuestro pueblo mezclados con nuestros hijos, jugar y corretear con ellos, felices. Pero también, sobre todo cuando llegan y cuando se van, hemos podido vivir y experimentar de cerca, como si se tratara de algo nuestro, el dolor y el sufrimiento injustos que padecen estos niños, sus familias y su pueblo. Y hemos comprobado que, con muy poquito de lo que a nosotros nos sobra, ellos pueden vivir bien y felices.

El pueblo de Mairena ha sido tremendamente acogedor y generoso no sólo con los niños que han venido, sino también con sus familias y con los que se quedan allá en el desierto, sin tener la oportunidad de venir a pasar unos meses de vacaciones.

Las familias que han acogido a los niños, el Ayuntamiento y otras asociaciones civiles y eclesiásticas siempre dispuestos a la colaboración, los sobres repartidos por las casas que ha permitido a casi todas las familias colaborar generosamente, el envío durante el año a los campamentos de ayuda... son testimonios que hablan con claridad de la cercanía, la solidaridad y el apoyo de nuestro pueblo al Pueblo Saharaui.

Todo esto está muy bien. Pero ahora esos niños y sus familias, el Pueblo Saharaui como tal, nos piden algo distinto. Hace poco me encontré con un cartel de "Los Amigos de África" que me impresionó. Sobre el rostro de un africano hambriento había una frase que decía así: "No es falta de alimentos. Es falta de Justicia".

Una de las características del amor verdadero es que se preocupa por conocer la situación de aquellos a quienes ama, se siente responsable de ella y trabaja por contribuir a darle solución.

Desde hace ya más de 25 años el Pueblo Saharaui vive en una situación de guerra/destierro y dividido. Tras la invasión del Sahara Occidental por el ejército marroquí una parte del pueblo quedó en el territorio del Sahara sometido a Marruecos y otra parte vive en el interior del desierto a donde huyó. La ONU ha reconocido el derecho del Pueblo Saharaui a la autodeterminación y aprobó un Plan de Paz que incluía el Referéndum de Autodeterminación en enero de 1992 para decidir el futuro del Sahara Occidental. Las exigencias de Marruecos y la pasividad de las Naciones Occidentales, entre ellas España, han hecho imposible que se realice el Referéndum y se lleve a cabo el Plan de Paz.

El Pueblo Saharaui necesita ante todo y sobre todo en estos momentos que se le haga Justicia, que se le reconozca el derecho a volver a sus tierras y a vivir en paz en ellas, que se respete su derecho a decidir libremente su presente y su futuro, a ser protagonista, como los demás pueblos libres, de su vida y de su historia. Sólo así vivirá con dignidad.

El Gobierno español y el Gobierno andaluz tienen en esto una deuda importante con el Pueblo Saharaui y una responsabilidad en orden a que internacionalmente se le haga justicia. El Sahara Occidental ha sido una colonia española, que dejamos abandonada a su suerte de una manera poco responsable.

Salamu, Fatimetu, Jatat, Tafrang-Zeina, Larabas, Omar, Deidiha... y otros muchos niños y niñas que han estado entre nosotros y sus familias nos piden ahora, más que alimentos o ropas o medicinas o material escolar (que todo esto lo necesitan), que nosotros trabajemos todo lo que podamos para que por fin se les permita volver en paz a sus tierras y celebrar en ellas con las debidas garantías el Referéndum de Autodeterminación.

Así, ellos también podrán ser un pueblo libre como nosotros, organizarán su vida social y podrán ir dando respuesta a los muchos problemas que tienen.

En concreto, invitamos a todos los que se sienten corresponsables con nuestra Cáritas Parroquial a participar en el "Referéndum Andaluz por la Independencia de Sahara", que tendrá lugar en nuestro pueblo de Mairena los días 19, 20 y 21 de Octubre. Para ello debemos estar atentos a los lugares donde se pondrán mesas y urnas para depositar nuestro voto.

En esta ocasión el rostro sufriente de los pobres, víctimas de la injusticia, lo vemos reflejado en el Pueblo Saharaui. Desde su dolor y desde su sufrimiento Jesús de Nazaret continúa gritándonos: "Cuanto hicisteis o dejasteis de hacer con uno de estos mis hermanos más débiles, conmigo lo hicisteis o dejasteis de hacerlo" (Mt 25, 31-36).

José Morales

Una llamada a la Concienciación, Gaceta número 10, Diciembre 2001

"NO HABÍA SITIO PARA ELLOS EN LA POSADA"

Se aproxima la Navidad. Es tiempo de organizar actividades y campañas para recoger cosas y llevarlas a los empobrecidos: dinero, alimentos, juguetes, ropa... Parece como si el recuerdo del Niño que nació en una cueva y tuvo por cuna un pesebre nos alborotara un poco la conciencia, a veces demasiado tranquila, o nos recordara que la situación que Él padeció continúan padeciéndola, dos mil años después, muchísimos seres humanos, a quienes Él puede decir en verdad: "Antes que con vosotros, lo hicieron conmigo".

Sería necio decir que no es bueno organizar esas campañas navideñas, como sería de ingenuos meterlas todas en un mismo saco: las que organizan, desinteresadamente y con los medios que tienen a su alcance, la gente sencilla de nuestros pueblos, barrios, parroquias,... y los "maratones" publicitarios que montan estos días algunas cadenas televisivas. No es lo mismo "servir a" que "servirse de".

El Evangelio de la Navidad nos plantea también otra cuestión más radical. María y José hubieran querido que su hijo naciera en condiciones más humanas y así hubiera podido suceder. Pero "no había sitio para ellos en la posada". ¡No había sitio en Belén para que aquella mujer pudiera dar a luz y aquel niño pudiera nacer dignamente!

Es mentira que el mundo se haya convertido, como dicen algunos, en una "aldea global". La verdad es que por lo menos hay dos aldeas. Una, la que nos hemos construido los que podemos vivir en condiciones humanas más o menos dignas. Otra, la de aquellos para quienes "no hay sitio en nuestra posada" y hemos condenado a vivir en condiciones que chocan abiertamente con su dignidad de personas y de hijos de Dios.

El Niño que se vio empujado a nacer en las afueras de la ciudad, en un establo y teniendo por cuna un pesebre, no nos pide sólo que demos una limosna, compartiendo así algo de lo que nos sobra con los empobrecidos; nos pide también y sobre todo que unamos nuestros esfuerzos para ir construyendo un mundo donde haya un sitio digno para todos. Mientras eso llega, tendremos que seguir trabajando con constancia para ayudar a los excluidos a recuperar la conciencia de su dignidad, a ser verdaderos protagonistas de sus vidas y a que vayan encontrando en la vida social el lugar que como ciudadanos de pleno derecho les corresponde. ¡Hermosa la misión y la tarea que el Niño que nace en Belén confía a Cáritas!

Pepe Morales

UN TAZÓN DE CALDO

(Una historia que da que pensar)

Esta es una historia verdadera ocurrida en Suiza en un restaurante de autoservicio. (Pero que podría haber ocurrido en Sevilla o en Mairena).

Una señora de setenta y cinco años coge un tazón y le pide al camarero que se lo llene de caldo. A continuación se sienta en una de las muchas mesas del local. Pero, apenas sentada, se da cuenta de que se ha olvidado el pan. Entonces se levanta, se dirige a coger un bollo para comerlo con el caldo y vuelve a su sitio.

¡Sorpresa! Delante del tazón de caldo se encuentra sin inmutarse a un hombre de color, un negro, que está comiendo tranquilamente. ¡Esto es el colmo —piensa la señora—, pero no me dejaré robar! Dicho y hecho. Se sienta al lado del negro, parte el bollo de pan en pedazos, los mete en el tazón que está delante del negro y coloca la cuchara en el recipiente.

El negro, complaciente, sonríe. Toman una cucharada cada uno hasta terminar la sopa. Todo ello en silencio. Terminada la sopa el hombre de color se levanta, se acerca a la barra y vuelve poco después con un abundante plato de espagueti y... Dos tenedores. Comen los dos del mismo plato, en silencio, turnándose. Al final se van. ¡Hasta la vista! Saluda la mujer. ¡Hasta la vista! Responde el hombre, reflejando una sonrisa en sus ojos. Parece satisfecho por haber realizado una buena acción. Se aleja.

La mujer le sigue con su mirada. Una vez vencido su estupor, busca con su mano el bolso que había colgado en el respaldo de la silla. Pero ¡sorpresa! El bolso ha desaparecido. Entonces.... Aquél negro.... Iba a gritar ¡al ladrón!. Cuando, ojeando a sus alrededores, ve un bolso colgado de una silla dos mesas más atrás de donde estaba ella, y sobre la mesa una bandeja con un tazón de caldo ya frío.

Inmediatamente se da cuenta de lo sucedido. No ha sido el africano el que ha comido de su sopa. Ha sido ella quien, equivocándose de mesa, como gran señora, ha comido a costa del africano.

Unas preguntas para la reflexión:

¿Qué has pensado y qué has sentido mientras leías la historia, antes de llegar al final?

¿Te enseña algo esta historia?

Pepe Morales