Mairena del Alcor

Carta del Director Gaceta número 1, Septiembre 1999

A modo de una gaceta informativa

Con este formato nace este pequeño pero ambicioso Proyecto por el que queremos ofrecer y llevar a vuestros hogares una información directa —que esperamos sea eficiente— sobre temas relacionados con la pobreza y la caridad y, en concreto, los que conciernen a Cáritas Parroquial de Mairena del Alcor, la que tengo el honor y la responsabilidad de dirigir. Y digo "ambicioso Proyecto" porque no quisiéramos que fuese una mera noticia más de las muchas que pueden llegar a caer en nuestras manos, sino, nuestro propósito es, que fuera una oferta a una reflexión seria y fundamentada que ayude al lector a observar, en primer lugar, la cruda y compleja realidad que existe a su alrededor, conociendo con mayor profundidad lo que la Iglesia dice al respecto, así como el compromiso a que nos mueve el evangelio; después, mostrar lo que se está haciendo con la mayor de las transparencias posibles (balance económico incluido) y plantear alguna que otra vez lo que se podría hacer con algo más de participación; un tercer espacio estaría dedicado a interesantes artículos de actualidad (monográficos) que nos ayuden al enriquecimiento personal y colectivo. Por último, unas breves noticias y/o reflexiones, una posible invitación a vuestra participación, etc., cerrarán este noticiario que, en principio, deseamos tenga una tirada mínima trimestral. Muchas Gracias.

Carta del Director Gaceta número 2, Diciembre 1999

Queridos hermanos: quizás cuando llegue ésta a vuestras manos estemos metidos de lleno en las fiestas navideñas. Por ello, quisiera en primer lugar desearos a todos una feliz Navidad y un prospero Jubileo en el año 2.000.

Quisiera al mismo tiempo recordaros, cuantos hermanos necesitan de nuestra ayuda y colaboración para mejorar la precaria situación social y económica que padecen, y que una vez más, estas fechas tan señaladas, no podrán disfrutarlas tal y como nosotros lo hacemos. Seamos más solidarios, denunciando las injustas situaciones que soportan, participando en cuantas campañas se realicen en favor de los más empobrecidos, y gocemos con el amor de aquel que nació en Belén, que nos iluminó con su vida y palabras a llevar la paz a cuantos padecen por causa del paro, el abandono, la marginación, enfermedad, drogadicción, falta de vivienda, persecución, etc.

Que la venida de Jesús sea para nosotros un estímulo hacia el compromiso concreto en favor de los desfavorecidos y que su Espíritu nos aliente a compartir los bienes de la creación, cuyo destino es para todos los hombres sin excepción alguna.

Manuel Jesús Vallejo.

Carta del Director Gaceta número 3, Marzo 2000

Queridos hermanos: En esta Cuaresma tan especial, próxima la Semana Santa, en este año de gracia y Jubileo 2000, pidamos para nosotros mismos y para los demás, la verdadera conversión y la renovación de nuestros corazones. No dejemos escapar este tiempo favorable. Necesitamos, Señor, que nos des la luz suficiente para descubrir con humildad y recta intención, el desorden de nuestros comportamientos, criterios y actitudes, anclados desde hace mucho tiempo y que impiden que veamos con claridad el camino que debemos recorrer y los instrumentos y recursos espirituales de los que podemos servirnos para nuestra propia conversión.

El ejemplo de nuestro maestro Jesucristo, buen samaritano, debe inspirar la actitud de cada cristiano a identificarse con los hermanos más necesitados, ayudando como buenos cirineos a soportar la cruz de tantos hermanos nuestros que sufren por cualquier causa, manifestando de un modo especial el Amor de Jesús a los que son víctimas de la injusticia, del hambre, la violencia, la soledad, el desconsuelo, la minusvalía física y mental, la enfermedad, depresión, el paro, la droga, el exilio, el abandono, la falta de viviendas, la miseria o que carecen de lo necesario para vivir. De esta manera, y no de otra, el cristiano hace visible el amor de Dios a los hombres; aprovechemos esta Cuaresma y Semana Santa para hacer presente el Amor de Cristo en el mundo haciendo gestos de solidaridad y obras generosas de caridad en favor de los más empobrecidos, y así, nuestra fe no estará muerta.

En definitiva, tengamos para con las personas que sufren un sentimiento de misericordia poniéndonos en su lugar y tratando de comprender mejor su situación. Poniendo gracia en el fondo de la pena, salud donde está la herida, perdón donde hay ofensa, alegría donde hay tristeza, unión donde hay discordia, esperanza donde haya desesperación y amor, mucho amor, donde hay odio o egoísmo.

Manuel Jesús Vallejo.

Carta del Director Gaceta número 4, Junio 2000

Queridos hermanos: Celebramos gozosos y agradecidos la gran fiesta del Corpus Christi, la exaltación y el reconocimiento del Cuerpo y de la Sangre del Señor.

En esta celebración debemos agradecer a Cristo que nos dejara su Cuerpo partido como signo del amor más grande. Es un gesto que nunca debemos olvidar. Cada vez que partimos el pan recordamos el gran amor de Jesucristo y lo renovamos con devoción y gratitud. Cristo se hace para nosotros amigo y alimento; renueva en cada eucaristía su amor hasta la muerte. ¡Cómo no alabar y agradecer!

La celebración no se reduce al recuerdo; es vivencia y compromiso. Quien parte el pan debe estar dispuesto a dejarse partir; quien come el Cuerpo de Cristo debe estar dispuesto dejarse comer; quien comulga el amor debe vivir en el amor; quien celebra eucaristía debe ser eucaristía viva.

Por eso también se celebra el Día de la Caridad. Porque en la eucaristía se renueva nuestra capacidad para la solidaridad y la entrega y el amor a los hermanos, especialmente a los más necesitados. Actitudes cerradas, duras y egoístas, no concuerdan con el sentido de la fracción del pan y con la celebración de esta entrega del Señor.

Que Cristo Sacramentado nos lave con el agua de su Espíritu, transforme nuestro corazón de piedra en un corazón de carne con entrañas de misericordia, para que seamos capaces de compartir nuestro tiempo y nuestros bienes con aquellos que sufren o están necesitados, víctimas de las injusticias y de nuestros egoísmos.

Manuel Jesús Vallejo.

Carta del Director Gaceta número 5, Septiembre 2000

Recuerdos de unas vacaciones

Era el día 15 de Julio de 1.999 cuando por primera vez vi a una niña llamada Rabab Zuber Buzed que venía con un grupo de niños/as saharauis procedentes de los campamentos de refugiados en el desierto del Sahara.

Se la veía un poco cansada y agotada por el viaje. Su semblante era serio; su cara mostraba signos de estar sorprendida por cuanto veía; sus ojos grandes y bellos no escondían, sin embargo, la dureza del exilio…

Doy gracias a Dios porque, a pesar de todo, pude comprobar entonces una vez más —al igual que este año— que el gesto que hacemos con estos niños víctimas inocentes de la injusta opresión marroquí, nacidos y criados en la estéril zona desértica de la Hamada de Tinduf (Argelia), es un acto de acogida de verdadera fraternidad y caridad cristiana. Las realidades que descubren aquí por primera vez, lo que ellos disfrutan y el bien educativo-cultural y nutricional que se les ofrece, ahogan las muchas justificaciones que solemos buscamos y con las que nos evadimos muchos cristianos ante esta oportunidad que tenemos de procurarles unas cortas, pero dichosas, vacaciones.

El pueblo saharaui admirablemente ha sobrevivido durante 25 años bajo unas durísimas condiciones inhumanas de vida gracias a la ayuda internacional y a la solidaridad de algunas familias. Han construido un estado democrático y reivindican el Sahara Occidental invadido (antigua colonia española). Quieren construir su futuro en paz y libertad, reclamando que se celebre de una vez por todas el referéndum de autodeterminación dictaminado por la Naciones Unidas y que Marruecos atrasa indefinidamente una y otra vez.

Ellos se merecen todo nuestro apoyo y el cariño desinteresado que podemos darle a sus hijos.

Gracias Rabab, Zeina, Mohamed Lamin, El Beig (Leví) por lo que me habéis enseñado.

Manuel Jesús Vallejo.

Carta del Director Gaceta número 6, Diciembre 2000

Celebremos la Navidad

Queridos hermanos:

Un año más vamos a celebrar gozosos un gran misterio de Amor inmenso: "la Navidad", el nacimiento del niño Jesús.

Tanto nos amó Dios Padre que nos dio a su único Hijo en la persona de Jesús, el niño "Dios-con-nosotros" nacido en Belén. En su rostro, podemos ver reflejada toda la bondad, la ternura y la misericordia de Dios hacia nosotros.

La Buena noticia que la Navidad nos trae es la gran lección de un Dios que se hace tan tremendamente humilde y cercano, que llega a nacer de una familia pobre, en un pueblo insignificante, en unas circunstancias humillantes (en un mísero pesebre). El Mesías esperado se hizo pobre, optando por ellos y mostrándonos, por tanto, la opción preferencial del Padre. Se acercó tanto a ellos, que vivió en sus propias carnes el sufrimiento de los que más necesitan.

Dios nos trae un gran regalo en la Navidad: la paz, porque el Mesías rechazó toda violencia; la salvación, porque Jesús nunca condenó a nadie; la reconciliación fraternal entre todos los hombres (la familia de los hijos de Dios), porque aquel hombre trató a todos como verdaderos hermanos, reconociéndoles a cada uno una dignidad de persona nunca hasta entonces vista.

No podemos celebrar la Navidad si no aprendemos que Jesús no sólo nos amó, sino que nos contagió de su amor, derramándolo en nuestros corazones por medio de su Espíritu Santo. Y nos amó así, para que viviéramos nosotros también en el amor.

No podemos celebrar la Navidad si queremos ser superiores a los demás, si seguimos viviendo desde el valor de la ambición, del acumular riquezas, desde el orgullo y el propio interés, la envidia o la vanidad… ¿Acaso no profanamos la Navidad con tanto despilfarro en nuestras celebraciones consumistas y derrochadoras?

Debemos evitar las injusticias y estar dispuestos a despojarnos, a compartir con los demás nuestro tiempo y nuestros propios bienes.

No podremos celebrar la Navidad si guardamos algún rencor, mientras no perdonemos las deudas, mientras no queramos saber nada con los hermanos.

Celebremos pues, con alegría la Navidad, dando testimonio del Amor de Dios con espíritu de servicio; trabajemos por la justicia y la paz; y sepamos acercarnos con misericordia a los empobrecidos, a los marginados y a todos los que sufren.

¡Feliz Navidad!

Manuel Jesús Vallejo

Carta del Director Gaceta número 7, Marzo 2001

Celebremos la Cuaresma

Queridos hermanos/as:

Deseo de todo corazón que este tiempo de gracia que es la Cuaresma y próxima Semana Santa, nos lleve a todos a escuchar la llamada del Señor que nos invita una vez más a abrir nuestros corazones endurecidos por el egoísmo hacia quienes se encuentran en situaciones de pura necesidad: parados, enfermos, drogadictos, marginados, sin techo, encarcelados, inmigrantes, exiliados, esclavizados, etc.

Del amor de Dios aprende el cristiano a socorrer al necesitado, compartiendo con él los propios bienes materiales y espirituales.

En la celebración del ministerio Pascual, al final de la Cuaresma, se pone de relieve cómo el camino cuaresmal de purificación culmina con la entrega libre y amorosa de sí mismo al Padre. Este es el camino por el que el discípulo de Cristo aprende a salir de uno mismo y de sus intereses egoístas para encontrar a los hermanos necesitados con el amor.

Cristo nos llama a estar junto a Él y nos invita a todo bautizado a reconocer nuestra propia realidad y que miremos a los hermanos que pasan necesidad con sentimientos humanos de solidaridad concreta, mostrándonos abiertos y generosos, sirviendo comunitaria e individualmente con alegría a Cristo presente en todos los empobrecidos, dando así testimonio del amor del Padre.

No olvidemos que el servicio a los empobrecidos tiene que estar, para un cristiano, por encima y en un lugar preferente a todos los demás.

Que el Espíritu el Señor nos ilumine para que cada uno esté siempre al servicio de los otros.

Cristo no vino a ser servido, sino a servir. Cuando se sirve a los empobrecidos, se sirve a Cristo. ¡Que gran verdad es ésta!

Manuel Jesús Vallejo

Carta del Director Gaceta número 8, Junio 2001

Día de la Caridad

Queridos hermanos/as:

El pasado Domingo 17 de Junio, el día del Corpus Christi, celebrábamos el Día de la Caridad en nuestro pueblo, el día festivo por excelencia de Cáritas, un día importante para todos los que nos sentimos implicados directamente en el ejercicio estructurado y constante de la caridad.

Una vez más, como en años anteriores, el grupo de Cáritas de Mairena, quiso significar esta fiesta públicamente con nuestra presencia en la Plaza central de nuestra localidad, aparte de haber participado en la celebración litúrgica y procesional. Repartimos, a cuantos quisieron recibirla, la Carta pastoral del Arzobispo de Sevilla con motivo de este gran día —la que figura también en el Monográfico de esta Gaceta—, junto con varias estampas, banderines y mucho cariño de nuestra parte.

Lo importante es que este día de expresión profunda del AMOR cristiano, logremos extenderlo, todos los que nos llamamos seguidores de Jesús, a todos los días del año, y llegue a ser así una realidad, especialmente con los que más necesitan, aquellos que son tan preferidos por Dios, porque ellos por sí solos no pueden salir de las situaciones opresoras que padecen.

Los que esperan nuestro apoyo y ayuda, merecen recibirla. No por una motivación sensiblera de lástima o pena emotiva, sino por justicia, por solidaridad fraterna, por restituirle sus derechos perdidos y porque puedan recuperar su dignidad de personas, que en la práctica tienen tan dañada.

Un buen ejemplo de quienes necesitan un poco (más bien un mucho) de lo anterior son esos pequeñuelos saharauis que vienen a nuestro pueblo, esos embajadores de paz cargados de ilusiones frustradas, a quienes podemos extenderles una mano cariñosa de acogida durante dos meses de verano —y no un solo "día por caridad"—, ofreciéndole con amor parte de tantas carencias como tienen en aquel desierto inhóspito del Sáhara en Argelia.

Manuel Jesús Vallejo

 

Carta del Director Gaceta número 9, Septiembre 2001

Cargar con la cruz

Queridos hermanos/as:

"Si alguno quiere venir en pos de mi, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame" (Mt 16, 24). La cruz, entre otras cosas, es el dolor, el sufrimiento, la marginación, el desprecio, la falta de trabajo, el abandono, la maldición... que está aplastando la vida de los pobres, la gran mayoría de la humanidad, débil, indefensa, agonizante. También es la esperanza para esa humanidad doliente y desesperada.

Jesús, al anunciar la Buena Noticia, carga con el dolor y el sufrimiento del pueblo pobre y abandonado. No pasa de largo ni se inhibe, sino que se deja interpelar, entra en común-unión con él y actúa a su favor: "Él tomó nuestras flaquezas, cargó con nuestras enfermedades" (Mt 8, 16-17).

La compasión, la solidaridad con los pobres, los marginados desprotegidos de la sociedad, es la cruz que cargó Jesús sobre sus espaldas, para mostrar que el Plan del Padre, el Reino de Dios, es todo un manantial de vida, de Justicia, de transformación y de Paz. La cruz, la muerte, es el camino que da vida, que lleva a la vida. Y la vida es el designio salvador del Padre.

La compasión es, pues, una de las dimensiones de la Cruz. Pero unida a ésta, está otra muy significativa. Estar con los pobres, sufrir con ellos, asumir su causa, es conflictivo y desestabilizador. Implica la subversión del sistema, ya que los últimos serán los primeros, el que manda ha de ser el que sirve, el rico ha de compartir con el pobre y ponerse a su altura. Y esto resulta escandaloso.

El amor y el seguimiento de Jesucristo son inseparables del amor, la entrega y el servicio a los pobres. En ellos, Cristo está presente, cercano y visible (cf. Mt 25, 40).

Los cristianos debemos asumir, como Jesús, la cruz. También en esta doble dimensión: por una parte, el cargar con el dolor, el sufrimiento, la desesperación de los empobrecidos; y por otra, vivir en medio del conflicto, la tensión y el menosprecio a causa de "estar con" y evangelizando a los desposeídos.

Manuel Jesús Vallejo

 

Carta del Director Gaceta número 10, Diciembre 2001

Ya se acerca la Navidad

Queridos hermanos/as:

Que la venida de nuestro divino Salvador nos purifique, llene nuestros corazones con la luz de su Espíritu para que en esta Navidad experimentemos el gozo y la alegría de compartir nuestros bienes con las personas más necesitadas.

El Mesías vendrá un año más, desnudo, indefenso, pobre, humilde; lejos de toda ostentación, poder o riqueza con los brazos abiertos, perdonando y abrazando a todos, se compadece de los que sufren, trae buenas noticias para los empobrecidos, libera a los oprimidos, perdona a los pecadores, cura a los enfermos, prefiere a los pequeños y sencillos mostrando el verdadero valor de la humildad y la sencillez.

Imitemos en esta Navidad a nuestro niño Dios —quien siendo infinitamente rico se hizo pobre por nosotros— sirviendo con alegría a los empobrecidos, compartiendo con ellos nuestro tiempo y nuestros bienes, visitando a los enfermos, acogiendo al inmigrante, dando alojamiento al transeúnte, trabajo al parado, apoyo a los marginados, auxilio a los refugiados, comprensión a los que son víctimas de la droga, el sexo, el alcohol o la ludopatía...

Que tu amor Señor nos haga sentir la fuerza de tu ternura y tu misericordia para que podamos manifestarla a los demás y de una manera especial a los más necesitados.

Manuel Jesús Vallejo