CORPUS CHRISTI: LA FIESTA GRANDE
(Autor: Manuel Gavira Mateos)

Los orígenes de la fiesta del Corpus se remontan a la Edad Media, período en el que aparecieron las herejías eucarísticas en Europa, es decir aquellas que dudaban o negaban la presencia real de Cristo en la Hostia Consagrada. Como respuesta a tales herejías nace el Corpus, basado en la procesión triunfal de la Sagrada Forma por las calles de las ciudades y villas medievales, pero no es hasta en los siglos XVI y XVII cuando en Sevilla y su provincia alcanza la fiesta su mayor fastuosidad y magnificencia.

Fue el Corpus una fiesta que desde su nacimiento ha mantenido un carácter dual muy definido, es como una moneda que muestra dos caras distintas: lo sagrado y lo profano.

Es decir, entrelazado en el tejido de la fiesta aparece el elemento religioso, vigoroso y espléndido, auspiciando una intención dogmática impresionante de culto y adoración al Santísimo que se manifestaba en un rito procesional sin parangón: desfile de reliquias de santos, de pendones de asociaciones y hermandades parroquiales, de niños portando hachones, de un cortejo clerical suntuoso, etc.. Y junto a esta manifestación de triunfo de la Verdad sobre la Herejía encontramos el elemento profano, lúdico y popular, asentado en el Cabildo Municipal que costeaba a los danzantes, adornaba las calles procesionales con juncias, romero y otras plantas olorosas, organizaba la salida de cabezudos y gigantes, subvencionaba las representaciones teatrales, etc..

Pues bien, todos estos elementos que componían la gran fiesta del Corpus, que hacían que fuese uno de los jueves del año que relucen más que el Sol, se dieron cita en nuestra Villa. Así sabemos, por las actas capitulares, que en el año 1.613 el cabildo secular costea de sus caudales la representación del Auto de Comedia que se llevó a cabo en la Iglesia Parroquial. Con el tiempo estas representaciones se convirtieron en parte muy importante en las celebraciones del Corpus, eran funciones impregnadas de liturgia y de un sabor pedagógico muy fuerte, que se hacían después de la procesión, y con la obligación por parte de las intérpretes de pasearse por las calles, desde por la mañana, con el mismo vestuario que lucirían en las representaciones, consiguiéndose así en nuestras calles un carácter festivo y alegre desde el alba.

Las danzas también fueron sufragadas por el caudal de propios del Cabildo Municipal, que incluso llegaron en el 1.695 a costear no solo el salario sino la comida de todos los danzantes, lo que supuso un gasto de 1.100 reales de vellón a la Villa. Integraban la danza grupos de hombres y mujeres vistosamente ataviados, algunos de ellos iban armados con espadas, y bailaban con los sombreros puestos en presencia del Santísimo al son de las flautas, el tamboril, las panderetas, las castañuelas y, a veces, de las guitarras.

Las danzas eran muy del gusto de la gente, se sabe que en Sevilla se llegó a bailar la "zarabanda" delante de la misma custodia. La zarabanda fue una danza caracterizada por el fuerte matiz lascivo y estrepitoso que desprendía en su ejecución.

Otro gasto que asume plenamente el Cabildo Municipal mairenero es la adquisición de la cera, y así encontramos en el acta capitular del 16 de junio de 1.620 este ilustrativo texto: "Acordaron y mandaron que para que se haga la fiesta del Corpus con la solemnidad que es justa este presente año, que atento que los oficiales de este Cabildo van en la procesión acompañando el Santísimo Sacramento y hasta ahora no han llevado cera, cosa que ha parecido muy pobre, por lo cual se acordó que de aquí en adelante se dé a cada uno de los oficiales de este Concejo una vela blanca de libra, para que con ella encendida acompañen la procesión el día del Corpus Christi y su octava, y el que quisiere ofrecer la dicha vela, después de haber cumplido su obligación de alumbrar al Santísimo Sacramento, lo haga o la guarde para otra función. Y lo que costase se pague por el Receptor de los propios de este Concejo".