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El Campanillo
Hermandad Sacramental

Edición Digital 2005


LA ÚLTIMA CENA DE JESÚS. José Manuel Romero Acosta

El cuarto evangelio, a diferencia de los demás, no narra la última cena. Sin embargo, todo lo que se cuenta en el capítulo trece de San Juan, están enmarcado en este ambiente.

Que Jesús lave los pies a sus discípulos en sí mismo un acontecimiento relevante, sobre todo si se tiene en cuenta cuando lo realiza: ante de la Pascua judía, en vísperas de su muerte. De esta forma el evangelista deja claro que los acontecimientos no se imponen, sino que hay una opción existencial, que lleva a Jesús a asumir todo el camino recorrido y todo lo que falta por llegar.

Jesús no realiza el lavatorio al principio de la cena, sino que en medio de ella se quita el manto (la vestidura del respeto y del maestro) y se queda sólo con la túnica (el atuendo propio de los siervos), y comienza a realizar este servicio.

Los discípulos observando sin comprender, no entienden como el Maestro, el Señor, se transforma en siervo, en un esclavo, en el que humildemente se ponme a servir.
Este servicio recibido de Jesús, implica a todos los presentes, porque supone un cambio en la imagen que tenían del maestro, pero sobre todo porque saben que aceptar este gesto exige de ellos repetirlo, exige cambiar la imagen del Mesías triunfante, exige cambiar de mentalidad.
Porque el lavatorio de los pies es una parábola en acción, una lección de amor en forma de servicio, es la expresión de todo lo que da sentido a la vida de Jesús; que la vida no está en el prestigio ni en el poder, sino en el servicio.

El contenido del gesto de Jesús es la expresión de la vida entregada al servicio de los otros. En la cena dejó resumido el núcleo de lo que habrán de vivir los discípulos: el amor servicial.

Por eso desde ahora estamos llamados a actualizar, a hacer presente esto entre nosotros, porque el lavatorio, junto con el pan y el vino son partes del mismo acontecimiento que realizó Jesús, convirtiéndose este gesto en sacramento de vida y de salvación. Por este motivo la actualización del sacramento de la eucaristía, lleva unida de forma indisoluble la opción de lavar los pies, del servicio.

Ante la posibilidad y el peligro de diluir el amor cristiano y la fuerza del Evangelio en algo abstracto o algo intimista, este texto de San Juan nos expone con claridad y realismo lo que es el amor: es el servicio hasta dar la vida por los demás. Por eso una comunidad cristiana que no se pone al servicio real de los demás, que no se da, que no se entrega, difícilmente puede reflejar y testimoniar su identidad cristiana, porque el servicio fraterno es la ley que constituye la comunidad, entre nosotros y el mundo.