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LA ENTREVISTA: CARMEN BONILLA RODRÍGUEZ "CARMEN LA DEL FÚTBOL"

Nació hace 84 años y es madre de 3 hijos (1 varón y dos féminas). Su pena es que de sus nietos el único que podía ser futbolista, ya que el resto son mujeres, no le gusta nada ese mundillo. Ella, junto a su marido e hijos, vinieron a Mairena del Alcor en el año 1962 procedentes de La Puebla de Cazalla .

 

"22 AÑOS DE CASERA EN EL C.D. MAIRENA, JUNTO A SU MARIDO ANTONIO, YA
DESAPARECIDO, 16 EN EL CAMPO VIEJO Y 6 EN EL NUEVO SAN BARTOLOMÉ"


Carmen posando con un balón delante de una de las porterías del viejo San Bartolomé.

Carmen junto a su hija Juani (que luce una camiseta del Mairena y porta un balón del equipo) en la puerta de la casa del viejo San Bartolomé.
¿Como llegais al campo de fútbol?
Nosotros estuvimos los primeros 4 años en la entonces denominada Venta "Los 9 hermanos" -desde hace muchos años ya llamada Venta "Los Cheles"-. Tuvimos una discusión con el "Señorito" y optamos por no continuar allí. Mi marido vino a Mairena a ver si encontraba una vivienda, le comentaron que estaban buscando una familia para cuidar el San Bartolomé y tras dialogar con los responsables de la directiva alcanzamos un acuerdo en 1.966. Recuerdo que mi hija Juani tenía 8 añitos.
¿Quién era el Presidente?
Manuel Jiménez Monroy.
De los mandatarios que rigieron el club durante tu estancia, ¿a quién recuerdas con más cariño?
Antoñito "Añicla" siempre se portó muy bien con nosotros. Yo lo aprecio muchísimo. No hace mucho estuve en su casa y su señora me trató extraordinariamente. Fijate, el número de su teléfono lo llevó siempre metido en mi maleta.
Con el que estuve un poquito más recelosa, pero no por nada en particular, fue con Manuel Pineda.
¿Cómo era la casa donde vivíais?
Tenía una salón y un dormitorio. A mi hijo le abríamos una cama por la noche para acostarse y en la habitación teníamos una cama pequeña para mi chica, ya que la otra estaba "sirviendo" y dormía en la casa donde trabajaba. El servicio estaba detrás de la puerta de entrada a la zona de vestuarios y nos duchábamos en la caseta que utilizaba el árbitro en los partidos y el míster en los entrenamientos. La cocina nos la hicieron más tarde. En un encuentro se me metió un colegiado huyendo de que lo calentaran.
En el Nuevo San Bartolomé las cosas eran distintas, ¿no Carmen?
Yo cuando me dijeron que nos trasladábamos me alegré mucho por el motivo de tener una casa más amplia.
¿Cuáles eran vuestras responsabilidades?
Tener todas las dependencias y aledaños al campo limpios. También me encargaba de la ropa de los jugadores (coser camisetas, calzonas, medias, lavarlas, etc...). Mi marido también vendía papeletas y repartía el café los días de partidos a los futbolistas. No cobraba dinero por ello, pero yo estaba muy contenta, puesto que a cambio tenía una casa.
Cuéntanos lo del café.
La directiva me lo compraba al igual que me facilitaba el azucar. La receta era muy fácil, pues combinaba 5 litros de agua con 1/4 kilo de café. Mi marido se encargaba de repartirlo en el descanso en el vestuario local, el visitante y el del árbitro. El que sobraba se lo dábamos a los aficionados que andaban por allí cerca.
¿Te han visitado antiguos jugadores?
Un día vinieron Manuel "Chipilín" y Antonio Peña a verme y me regalaron un ramo de flores. Me da mucha alegría ver a la gente. Desde estas páginas a todos aquellos que me apreciaron les rogaría que me visiten. En verano estaré en Mairena un mes, porque en la actualidad vivo en Sevilla con una de mis hijas, aunque todas las semanas vengo a casa de mi hijo.
¿Tú marcha del Nuevo San Bartolomé?
Al caer enfermo grave mi marido tuve que dejar las ocupaciones propias para dedicarme a su atención. De todas formas, continuamos residiendo allí. Al fallecer Antonio, a hora este mes hace 16 años, dejé la casa.
¿Algunas anécdotas significativas?
En una ocasión lo pasé muy mal. Resulta que, normalmente, le guardaba a los futbolistas las cosas de valor. Un domingo al finalizar el encuentro entre el C.D. Mairena y el C.D. Alcalá me dí cuenta que se había ido todo el personal y en el lugar donde ponía el dinero, que me dejaban los chavales, todavía quedaba un cifra importante. Le pregunté a mi esposo, me puse en contacto con los jugadores locales y los foráneos y todos me decían que no era suyo. Al final, menos mal que nadie lo reclamó, ya que era mio. Había cambiado unos billetes y no me acordaba.

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