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CASA DEL ARTE FLAMENCO
ANTONIO MAIRENA



Francisco Antúnez Morales
“Curro de las Albinas”
(1861 - 1934)

Extraido de Raices Flamencas de
Mairena del Alcor (Antonio Rincón Muñiz)

Compartió con Marín los honores de primacía abriendo las puertas al cante mairenero. El gentilicio con el que se le conocía le venía de su empleo de encargado y guarda de una finca que aún existe, cerca de la confluencia de la carretera de la Vega con la general Sevilla-Málaga, donde Curro pasó una gran parte de su vida.

Nació el hijo de Cipriana Morales y de Luis Antúnez el año 1861. Su carácter difería antitéticamente del de su coetáneo y amigo Marín el Viejo. Era, Curro de las Albinas un hombre de pequeña estatura, nervioso, bullidor y amigo de fiestas según atestiguaban sus propios hijos.

Sentía verdadera vocación por el Cante y otras formas musicales afines, hasta tal punto que, siendo ya hombre maduro y con todos sus hijos en el mundo, abandonó inesperadamente el hogar, sin dar cuenta de sus pasos a la familia, marchándose con un trotamundos que apareció por Mairena al reclamo de su famosa feria, con la obsesión de aprender del nómada ciertas melodías con que este solía acompañar el baile de un oso, compañero de fatigas, el cual con su danza socorría las necesidades de su amo. Al parecer no fueron suficientes las sesiones callejeras que el gitano diera de su canto en Mairena, para que Curro las asimilara del todo, optando por seguirle cuando el zíngaro dejó Mairena con la intención de visitar otras localidades de la comarca. Algo más de una semana estuvo ausente el de Las Albinas, ayudando al tirititero en los quehaceres propios de su oficio a cambio de saciar su repentino ataque de melomanía. Volvió Curro como si nada hubiera pasado y tarareando ufano la musiquilla que le enseñara el del oso, poniendo fin a aquella aventura que había dejado a su familia al borde de la desesperación.

Confirma este hecho su personalidad veleidosa y extrovertida, al mismo tiempo que su instintiva e irresistible pasión musical.
Fue Curro de Las Albinas directo amigo de Manuel Torre, al que admiraba, como también lo fuera Diego Manolete; y el jerezano compartía, recíprocamente, esa amistad y admiración. El Niño de Jerez - casi veinte años más joven que Curro -, gustaba hacerse acompañar del de Las Albinas y buscó en numerosas ocasiones esta compañia en las reuniones o fiestas flamencas a las que era invitado el gitano de Jerez. Al principio, los anfitriones, gitanos también, no querían aceptar la presencia de Curro en estas reuniones, pero tuvieron que ceder ante la defensa a ultranza que su ídolo, Manuel Torre, hiciera del pequeño payo de Mairena.

Algo así debió ocurrir el día que Curro de Las Albinas se presentó en una de estas fiestas preguntando por el Niño de Jerez. Los gitanos allí reunidos amenazaron a Curro, al que incluso hubieran agredido de no ser por la intercesión de Manuel Torre que defendió al mairenero con uñas y dientes, dejando claro que estaba dispuesto a abandonar la reunión y marcharse con Curro, si éste no era admitido en la fiesta. Los calés aceptaron de mala gana y, una vez calmados los ánimos, Manuel, que confiaba plenamente en su amigo, le dijo:
- Anda Curro demuéstrales a éstos como se canta.
y cómo cantaría el de Mairena que a partir de ese momento fue siempre bien recibido por aquellos que creían, antes de escucharlo, que sólo los de su raza eran los predestinados a interpretar el Cante Jondo.
Uno de los cantes que hiciera en aquella ocasión el de Las Albinas - que dice mucho de la categoría y solera del cante mairenero, fue el de los campanilleros, que más tarde Manuel Torre incluiría en su repertorio dotándolo de la impronta genial que el jerezano imprimía a todo lo que cantaba.

Este hecho, que es creencia casi general en Mairena, contradice la teoría de Manuel Barrios, el cual, en su biografia de Manuel Torre - la Sevilla de Manuel Torre, publicada por la Caja Rural -, atribuye estos cantes a D. Jesús Centeno, médico de Huelva, del que según Barrios los aprendería Manuel.

Curro de Las Albinas era un cantaor largo, que también en esto se diferenciaba de su coetáneo Marín, que abordaba todos los palos por muchas dificultades que estos entrañaran. Igualmente, nos consta que cantó otras por estos estilos y por otros como siguiriyas, tonás, carceleras, tangos etc. También cantaba por saetas, como buen mairenero que era, Antonio Mairena así lo refleja en su libro ya citado, «La Confesiones», y Pepito Jiménez también lo corfirmó.

Curro pasó una gran parte de su vida en Las Albinas, cuyo propietario le tenía encomendada su guardería. En un tabanco cercano a la finca, a orilla de la carretera y al que eufemísticamente llamaban «La Grillera», se reunía frecuentemente Curro con los que venían a visitarle, entre ellos Manuel Torre y Pastora Pavón. Allí, alejados del mundo, aquellos hombres cantaban y bebían cuánto querían.

En ocasiones aterrizaba Curro por Mairena con la excusa de tramitar alguna denuncia u otros asuntos propios de su oficio. Visitaba la tertulia del Centro, donde se reunían los cabales de entonces, y allí pasaría horas e incluso días, perdida la noción del tiempo, hasta que venían en su busca haciéndole ver la necesidad de que volviera a su puesto de Las Albinas, donde le esperaban su familia y su trabajo.