SERIE PERSONAJES MAIRENEROS

D. Juan Tomás de Silva y López
El Corregidor que vino del Viso.
Principios del S.XIX

 

 

Por Manuel Gavira Mateos

 

Uno de los hechos más curiosos que podemos constatar en nuestra "reciente" historia se produjo cuando el Corregidor de la inmediata Villa del Viso se hizo cargo del gobierno y dirección de Mairena.

En el antiguo régimen era el Corregidor el funcionario real que desempeñaba entre otras tareas judiciales de primera instancia y gubernativas diversas el control de las actuaciones de las autoridades locales. En cada población el gobierno local le correspondía a los Alcaldes, dos hasta bien entrado el siglo XIX, y a los regidores capitulares, que gobernaban bajo la supervisión del Corregidor. El nombramiento de este cargo correspondía en principio al Señor del Lugar por delegación Real, aunque con el tiempo recayó dentro de las responsabilidades que hoy desarrolla el Gobernador Civil. Pues bien, ¿cuáles fueron los motivos que provocaron que el Corregidor del Viso se hiciese cargo, además, de la Villa de Mairena?.

Las causas surgieron por las graves y especiales momentos que se vivieron durante la invasión francesa, que alcanzaron en Mairena tintes realmente dramáticos ya que fue asolada cruelmente por las tropas francesas. En las actas capitulares de la época se puede leer: "se vio reducida al estado de mayor amargura a que puede llegar Pueblo alguno de los subyugados". Por un lado, los vecinos más pudientes, entre ellos estaban la mayoría de los que ostentaban cargos públicos, abandonaron Mairena intentando ponerse a salvo de los desmanes que cometían los invasores en sus personas y haciendas, requeriéndoles más y más de sus bienes, y por otro lado los vecinos honrados que se quedaron fueron sometidos a la más absoluta tiranía. Así, la Villa estaba sin gobierno ante el abandono de la misma por parte del Corregidor y por la dejadez que mostraban los Alcaldes en todos los asuntos municipales, lo que provocó un furor desmedido en los franceses cuando no conseguían los suministros que exigían a las pocas y frágiles autoridades locales que aún permanecían. Al desorden en la administración pública se unía la dificilísima convivencia entre los vecinos, ya que se sentían agobiados y acosados por las desmedidas contribuciones que imponían los franceses y por las calamidades de los tiempos que corrían, los campos estaban sin cultivar y se sufría el pillaje del ganado y de los granos almacenados. Por todo esto Mairena se encontraba seriamente amenazada y al borde de la mayor ruina.

Los pocos regidores que seguían en la Villa, en el ejercicio de sus funciones y con el consentimiento de los vecinos, se dirigieron al Prefecto Provincial para que se dignase nombrar Corregidor de Mairena a D. Juan Tomás de Silva, que lo era del Viso, y al que consideraban la persona idónea para atajar el mal que nos corroía.

El Prefecto accede a la petición a comprobar las desgracias que envolvían al pueblo y remite la oportuna orden. Cuando D. Juan Tomás recibe el nombramiento como Corregidor de Mairena duda por su propio pundonor a tomar el mando y la dirección de esta Villa, pero: "compadecido de la triste suerte que esperaba a esta población con la entrada de una columna que principió a afligirla hasta el extremo se decidió a pasar a ella el día 20 de junio de 1.812".

Era D. Juan hombre de probada solvencia, justo, trabajador, cariñoso con sus convecinos, respetado y amado por quienes le conocían, íntegro, lleno de entusiasmo, amante de los españoles y enemigo de sus opresores. Todos los vecinos sintieron un gran consuelo y confiaban, al menos, en mitigar todos los males que sufrían con la llegada del Corregidor del Viso. Y él respondió con creces a las expectativas levantadas. En los meses que desempeñó el cargo no exigió remuneración alguna, y con un gran espíritu de sacrificio se dedicó a atender a los dos pueblos, evitando la enajenación de cuantiosas sumas que solicitaban los franceses, restableciendo el orden administrativo, socorriendo a los enfermos y necesitados, fomentando la educación e instrucción de los jóvenes, auxiliando a los hermanos españoles que caían en mano de los tiranos, "Como sucedió en la ocasión de llevar para Sevilla seis de nuestros gloriosos guerreros del Excmo. Sr. General D. Francisco Ballesteros, hechos prisioneros a la entrada de Osuna, a quienes hizo socorrer no sólo en raciones, sino entregándoles además seis pesos fuertes con la mayor reserva".

Cuando llegaron los peores días, como fueron los de la retirada de los franceses de nuestras tierras, cuando debía de estar rendido por las muchas noches sin dormir y por los días sin comer, cuando parecía agotado por andar a pie, y algunos días varias veces, el camino entre Mairena y el Viso, él se mostró firme y sereno ante los últimos y mayores desagravios: "Ni el Ayuntamiento ni el Pueblo podrán borrar de la memoria los señalados días que han sido dirigidos por el Corregidor del Viso, ni dejarán de recordarlo en medio de las calles, rodeado de bayonetas enemigas, que a porfía le conducían ya por una ya por otra, como con dolor le vimos todos en la madrugada y mañana del 28 de agosto, día horroroso y día terrible, en que entregada Mayrena a la voracidad de aquellas fieras, creyeron sus habitantes quedar exterminado entre ellos, pero día memorable en que entre las lágrimas de gozo del Corregidor y las de sus hermanos quedó sellada su gloriosa, y suspirada, independencia".