LA FERIA DE MAIRENA Y LA CABAÑA GANADERA DE LOS ALCORES A PRINCIPIOS DEL SIGLO XIX

José Manuel Navarro Domínguez
Prof. Historia Autor del libro "La Feria de Mairena del Alcor: Mercado y fiesta (1750-1850)

La comarca de Los Alcores era, a principios del siglo XIX, una zona de profunda especialización agrícola, con una actividad ganadera muy secundaria. Pese a ello el ganado procedente de las localidades de la comarca de Los Alcores suponía aproximadamente el 20 % de los animales presentes en el real de la feria. Pero ese elevado porcentaje se debía más a su proximidad que a la importancia de la cabaña ganadera.

El análisis de los registros de propiedad ganadera parece apuntar en esta línea. Pero el conjunto de registros fiscales conservados en los archivos municipales sólo pueden aportarnos una visión estática de la estructura ganadera, con datos sobre la composición del registro de propietarios, la distribución de los animales o la composición de las piaras. Difícilmente podremos efectuar firmes interpretaciones sobre la dinámica del ganado, el proceso de renovación de las piaras o la orientación del negocio. Para ello necesitamos un registro dinámico de la actividad económica. En muchos estudios agropecuarios el análisis se limita al primer plano, por la falta de dicha documentación complementaria. Pero en Los Alcores contamos con el registro ganadero de la feria de Mairena. El cruce de sus datos con los registros fiscales nos permite alcanzar una comprensión más profunda de la ganadería alcoreña.


Las cabañas ganaderas

La comarca de los Alcores constituye una base importante del ganado presente en la feria de Mairena. Pero la mayor parte de estos animales correspondían a la ciudad de Carmona que, por su abundante cabaña ganadera y su cercanía a Mairena, constituía la población con mayor participación en el real. Destacaban en esta cabaña, por su número, las ovejas, el 70 % de los animales provenientes de la ciudad, y los caballos por su valor.

La debilidad de la ganadería alcalareña queda plenamente confirmada en los registros de la feria de Mairena. Desde la localidad llegaban menos animales que desde localidades similares como Écija, Lora o Marchena, pese a estar mucho más alejadas. El Viso aportaba unas 600 cabezas cada año, una cifra muy próxima al total del registro ganadero local. Mayoritariamente eran ovejas y cerdos, y muy pocos mulos o asnos, pese a su abundancia en la villa. Todo ello parece confirmar que la población supo superar las limitaciones impuestas por el tamaño del término y la posesión de su mayor parte por el señor, y buscar vías de prosperidad en la explotación ganadera en las tierras de pasto de Carmona.


Un ganado menor orientado a la alimentación

Los Alcores aportaban nada menos que el 22 % del ovino presente en el real, procediendo la mayor parte de estos animales de Carmona. La ciudad contaba con una cabaña ovina que superaba las 30.000 cabezas y los grandes labradores poseían rebaños que alcanzaban las mil ovejas. Pero este tamaño no parece vinculado a la producción lanera. Si fuese así habría que buscar en la debilidad del sector secundario la responsabilidad del fracaso del proceso de industrialización textil, pues el surtido de materia prima no presentaría problemas. Sorprendería esta posibilidad, dadas la debilidad de la producción textil en la comarca, presente únicamente en Carmona, su declive a fines del siglo XVIII y la escasa actividad del mercado de lanero, a tenor de los escasos contratos registrados.

Los registros de la feria de Mairena apoyan otra interpretación más plausible. Nada menos que tres de cada cuatro animales provenientes de localidades de Los Alcores y registrados en la feria de Mairena, son ovejasa. Predominan en general los rebaños de tamaño mediano, en torno a las 200 ovejas, y, excepcionalmente (es el caso de Carmona), localizamos rebaños cercanos al millar de cabezas. Todo ello parece apuntar que los grandes ganaderos carmonenses negociaban con sus ovejas para el surtido de carne y vendían sus animales en grandes rebaños. La producción lanera no era un negocio rentable por sí sólo, debido a la escasa demanda de los talleres textiles de la localidad. Pero sí podía suponer un negocio interesante la venta de carne y animales.

También los pastores visueños tenían una presencia relevante en la feria. A principios del siglo XIX llegaban unas 400 ovejas desde El Viso. Resulta evidente que una cabaña estimada a fines del siglo XVIII por las fuentes municipales en 500 ovejas merinas, resulta incapaz de aportar a la feria tan elevado número de animales. Con ello tenemos un nuevo dato que sumar a los muchos que ya sugieren la importancia de los rebaños visueños que pastaban en término de Carmona y escapaban al control fiscal.

Por el contrario el ovino alcalareño, que contaba con una cabaña próxima a las 20.000 cabezas, tenía una presencia muy reducida en la feria, pues apenas llegaban a principios del siglo XIX unas 600. La mayor parte de estos rebaños pertenecían a hacendados de Sevilla, entre los que destacaban Antonio Maestre y el marqués de Gandul. Aunque puede ser relevante la vecindad de los grandes propietarios, no es necesario recurrir a ella para buscar una explicación convincente. La economía alcalareña aparece fuertemente vinculada al mercado sevillano, cuya demanda de lana y carne puede explicar la orientación del negocio de los ganaderos alcalareños hacia un mercado en franca expansión.

Algo parecido ocurre con el porcino, que representaba el 16 % de los animales de la comarca en la feria. Las piaras registradas eran de tamaño reducido, encontrando incluso ganaderos que traían tres o cuatro cerdos. Resulta lógico que las piaras más pequeñas procedan de la zona inmediata. Sólo a los ganaderos de las localidades próximas puede resultarles rentable trasladarse a la feria para intentar vender unos pocos animales. Las únicas piras de gran tamaño, de más de un centenar de cerdos, procedían de Carmona.

En El Viso encontramos registrados a fines del siglo XVIII un centenar de cerdos, pero a principios del siglo XIX podían presentarse en el real de la feria unos 200 animales. Todo ello permite sospechar que los guardas de las dehesas y tierras de Carmona tenían algo de razón cuando denunciaban la presencia de piaras de cerdos visueños en los baldíos y pastos de la ciudad. Al igual que ocurría con el ovino, el porcino alcalareño apenas aparece en los registros de la feria. Las pocas piaras que llegaban eran reducidas, muchas de apenas veinte cerdos. Por el contrario, desde Carmona llegaban bastantes piaras, de una gran variedad, desde las pequeñas, de menos de 10 cerdos, a las que superaban el centenar.

Contrariamente a las dos especies anteriores, el caprino era realmente escaso en el real. Las piaras de cabras pertenecían a pastores modestos, que explotaban baldíos y rastrojos y vendían la leche por las calles, o en sus casas, y el cuero a las tenerías. No se trata por tanto de una ganadería de explotación en grandes rebaños orientados a su venta. Las pocas piaras de cabras registradas en la feria apenas superaban las 40 cabezas. Todo ello confirma que el caprino era un animal marginal dentro del conjunto ganadero de la comarca, tanto por su número como por el terreno de pastoreo o el nivel socioeconómico de sus propietarios.


El vacuno de labor

Durante el Antiguo Régimen el ganado vacuno era el verdadero protagonista de las cabañas ganaderas de las grandes llanuras cerealistas andaluzas plagadas de latifundios. La labranza se efectuaba básicamente con vacuno, empleando normalmente dos colleras de bueyes por arado (la de tiro y la reservera de sustitución). Además, buena parte del transporte se efectuaba con carretas pasadas tiradas por bueyes, con 2 ó 4 animales por carreta. Únicamente la trilla se realizaba con yeguas.

El buey era el animal del gran labrador. Los mayores propietarios de bueyes eran ricos labradores, propietarios y arrendatarios de amplias extensiones de tierra. Buena parte de ellos poseían caballos, algunos mulos y algunos también varios rebaños de ovejas pero apenas poseían cerdos o asnos. La mayor parte de los bueyes existentes en la comarca se concentraban en grandes vacadas de más de 50 cabezas. En Carmona nada menos que la mitad de los bueyes de labor estaban en manos del 14% de los dueños de vacuno y se registraban 5 grandes manadas de más de 100 bueyes. Por el contrario en Alcalá, Mairena o El Viso los vecinos tenían pocos bueyes y sus dueños eran apenas modestos ganaderos.

Pero tanto los ganaderos de Carmona como los de las restantes poblaciones vendían muy poco vacuno en la feria. Se presentan con pequeñas piaras, de menos de una docena de animales, siendo frecuente el propietario con una pareja de vacas e incluso el que trae un solo animal. La reducida presencia de vacuno en la feria, especialmente de las localidades de menor tamaño, permite confirmar plenamente el panorama ofrecido por los registros municipales. Resulta evidente que los labradores no precisaban desprenderse de unos animales valiosos e imprescindibles para la labor de la tierra, su actividad principal.


Asnos y mulos

Frente al vacuno, las caballerías secundarias, asnos y mulos, predominaban en aquellas comarcas de suelos calizos, blandos y ligeros, en las que era abundante la pequeña propiedad o aquellas donde existían amplias extensiones de olivar. No resulta extraño por tanto que en una comarca como Los Alcores, donde convergen estos tres factores, abunden estos animales, especialmente en Mairena y El Viso, donde aparecen con mayor intensidad.

Los asnos y mulos eran los animales típicos del modesto campesino, que solía tener uno o dos para su actividad. Los pequeños propietarios agrícolas, transportistas, arrieros y panaderos se servían de estos animales. Por su parte ninguno de los grandes labradores poseía muchos mulos o asnos en sus cabañas y algunos no registran ninguno. La única excepción la constituían los tiros de mulos de carruajes de lujo que, por prestigio, poseían las más acaudaladas familias, pero no eran animales destinados a la labor sino al transporte de recreo. Pero no se les empleaba en la labranza de las tierras arcillosas de La Vega. Ciertamente era un suelo demasiado duro para las reducidas fuerzas del asno, pero la arcilla húmeda no ofrecía una resistencia excesiva para una collera de mulos. De hecho en la primera mitad del siglo XX el animal preferido en la comarca para el tiro del arado era el mulo.

La escasez de animales no parece ser la explicación. En El Viso se empleaban en la labor y el transporte 132 bestias (30 mulos y 102 asnos) a fines del siglo XVIII y en Mairena aparecían registrados 185 mulos y nada menos que 878 asnos a principios del XIX. Una cifra que refleja perfectamente la importancia de la pequeña propiedad en la economía local, pero sobre todo de la arriería, pues una cabaña tan elevada superaba las posibilidades económicas de la localidad, y se vinculaba al transporte y la panadería en toda la comarca y aún fuera de sus fronteras. En Alcalá eran los animales básicos del negocio panadero, localizándose en la villa 380 cuadras y más de 600 bestias entre mulos y asnos a fines del siglo XVIII. Eran empleados para el transporte de leña, harina, trigo, pan y otros productos, como fuerza de trabajo para mover los molinos de tahona y en la labor de las pequeñas huertas y hazas del ruedo de la villa.

Pero todavía en el siglo XVIII, en Mairena, donde el número de arrieros es muy importante, el vacuno representa casi la mitad del ganado mayor (42 %). Incluso en una localidad como El Viso del Alcor, que contaba con un elevado número de bestias, sólo se empleaban 25 mulos en la labranza, mientras los labradores empleaban 150 bueyes y 160 vacas de labor. Aunque tal cabaña pueda resultar elevada para el reducido término de la villa, no lo es para la cantidad de superficie del término de Carmona que los labradores visueños arrendaban cada año y que debían arar con ayuda de estos bueyes.

La clave parece estar en la alimentación del ganado. El vacuno podía alimentarse fácilmente en los abundantes pastos de la zona, en el barbecho de la hoja dejada en descanso y cuyo tercio legal podía reservarse el propietario o arrendatario de la tierra, o en las dehesas boyales especialmente reservadas para este ganado. Mientras resultase barato y fácil alimentar a un buey que finalmente podía sacrificar y vender en el matadero, el labrador no se sentiría estimulado a cambiarlo por un mulo. Éste precisaba una considerable cantidad de cebada y avena, cultivos ambos escasos en la comarca y difíciles de extender por competir con el trigo, por lo que tenían un elevado precio.

Pese al elevado porcentaje que asnos y mulos representaban en el conjunto de la cabaña ganadera de Los Alcores, su presencia en la feria era realmente escasa. El ganado mular era muy valioso, llegando algunos animales a costar más que un caballo. Representa tan sólo el 0’5 % de los animales de la comarca presentes en la feria. Se registran normalmente de forma individual o en colleras, encontrando muy raramente ganaderos que traigan más de 10 animales. Realmente es lo esperable en unos animales de trabajo, mayoritariamente criados y mantenidos para la actividad diaria.


El negocio de la cría caballar

El caballo era un animal de lujo, propio de las familias más distinguidas. Su cría era una actividad ganadera especializada de alto coste, sólo al alcance de los poderosos. La cabaña caballar de Carmona, la única realmente importante de la comarca, presentaba una fuerte concentración, teniendo los principales propietarios grandes yeguadas. A principios del siglo XIX se encontraba en pleno auge, viendo crecer el número de animales y su precio, debido a su alta demanda. Los criadores contaban con privilegios reconocidos por las ordenanzas de fomento de caballería, como el derecho a la reserva de pastos en la dehesa de yeguas y otras ventajas.

El movimiento de la feria permite confirmar plenamente la especialización carmonense en el negocio caballar. Varios ganaderos, dueños de amplias yeguadas, remitían un número importante de animales a la feria para su venta, cubriendo aproximadamente el 5 % de los caballos del real. Respondiendo a una clara orientación comercial la mayoría eran potros y yeguas de cría.

Frente a la poderosa cabaña de Carmona, en las restantes localidades apenas había caballos. En Alcalá algunos propietarios tenían yeguadas de un tamaño considerable y algunos modestos propietarios tenían algunos caballos pero, al parecer, no criaban. Tanto en El Viso como en Mairena apenas algunas familias contaban con caballos y ningún ganadero tenía semental propio. Esto explica que apenas encontremos en la feria caballos de Mairena, Alcalá o El Viso, y sólo algunos años encontremos algunos potros aislados.

El ejército español tenía en las campiñas de Cádiz y Sevilla una de las mejores zonas para la extracción de caballos de remonta. Atento al prestigio de las yeguadas de Carmona, el regimiento de caballería de Montesa estableció a fines del siglo XVIII un destacamento de 20 hombres, al mando del capitán Argüelles, para comprar caballos y mantener la yeguada en una dehesa del término. Algunos años envió también delegados a la feria de Mairena para comprar animales.

Los datos relativos a la ganadería negociada en la feria pueden consultarse en mi obra La feria de Mairena del Alcor. Mercado y fiesta (1750-1850), Sevilla, 1997 y la estructura ganadera de la comarca en la tesis doctoral titulada Los Alcores en el tránsito del Antiguo al Nuevo Régimen. El impacto de la ocupación francesa. Estudio de una comarca a través de la documentación municipal, registrada en octubre de 2006 en la Universidad de Sevilla y que se encuentra en proceso de publicación.