CRONICAS DEL CARNAVAL 2006. LA FIESTA DE LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN

Quizás sea cierto lo que nos cantaban las alcalareñas. Teniendo la alegría, el encanto y la juerga del Sur, que importa por unos días, perder el norte. Los orígenes del carnaval están en la libertad de las calles donde la crítica y la guasa reinan sin más reglas que los límites que impone el respeto a la libertad de los demás. Y es que el carnaval es el espacio de la libertad de expresión, de la crítica a los problemas sociales que preocupan a la ciudadanía y del disfraz como instrumento de representación.

En Mairena poco a poco se va construyendo un carnaval donde caben todos: vividores callejeros de alegría desbordada, futbolines acelerados, cardenales alborotados, una juerga cani pero con buen rollo invitando a los civiles a cubata, un grito de libertad revolucionaria, jinetes desbocados y pijamas a la línea.

Y se va consolidando. Aunque no ha llovido mucho, si han pasado bastantes años y por fin hay dignos herederos de la banda el limón, de los panteras y de tantos otros que se lo montaron por su cuenta. Desde el escenario se recordó a los que se mantuvieron en la brecha: los jartibles, los hipilones, Isaac, el pijama... y tantos otros que han mantenido en alto la antorcha. Alguno de los limones, con la lágrima de nostalgia que dan los años le enseñaba a la criaturita que llevaba en brazos la alborozada alegría del pasacalle.

Las agrupaciones han dado muestra de su valía con la imaginación de los tipos, la gracia y afilada agudeza de las coplas y la capacidad de improvisación de la segunda actuación. Una lección de cintura la de los civiles, que de algo les tiene que servir ser la agrupación más veterana, llena de viveza y espontaneidad; los jinetes incluyeron un comentario a la primera intervención, con replica fina e improvisada y la banda del pijama agradeció la dedicatoria y la comprensión.

La salida de los canis entre el público, perseguidos a palos por los "munipas", entronca con la esencia más profunda del Carnaval, pasando de todas las convenciones, y la escolta del carro de castañas por la guardia civil en procesión en el patio, en plena juerga, avanzada la noche, linda con el delirio. Estas agrupaciones están muy lejos de ser un panda de niñatos como se ha comentado. El carnaval no es edad: es arte, y este año se derramó a espuertas en el escenario y en las calles.


Las agrupaciones

Los guardianes han abandonado sus armas y han salido del castillo, que queda a lo lejos en un horizonte rojo encendido, cabalgando entre tinieblas bajo una luna de plata. Se han equipado con elementos del Far West, "pelis" de terror y videojuegos, poniendo en aires del siglo XXI a unos jinetes del Apocalipsis que mucho han evolucionado desde que los pintaran los comentaristas de Beato o Durero. Se presentan con un tipo efectivo y tétrico, plenamente reconocible por la juventud que, junto a una presentación impactante, sobrecogedora, que recuerda a la seductora danza de sus orígenes, arrebató el alma del público.

Estos jinetes puestos al día han conseguido armonizar unas voces conjuntadas, muy en su línea, que es la de Cádiz, como pusieron de manifiesto en un cante locura con aire de Poniente. Tras muchas horas entre las páginas del último libro intentan acabar con los pecados capitales con una letra inspirada, elevada desde las mismas tinieblas del juicio final cabalgando sobre nubes de piropos dedicados a la gente de Mairena.

El sentimiento más profundo del carnaval todavía resuena en las esquinitas de una calle, entre cestos de claveles, lienzos de color, farolas a medio gas (y pilas) y viejas piedras de muralla, envuelto en el dulce aroma de castañas calentitas. Suena a juego de voces de tenores y remates muy sentidos, "quejíos" profundos, que quizás debían aflorar más por lo alto entre dos aceras enfrentadas en el requiebro a una Mairena soñada.

Pasacalles, con tono nostálgico y clave de sol, nos remonta al origen, a la quintaesencia del carnaval y recoge el variado mundo de los que viven en las calles, donde el carnaval encuentra su más radical sentido de ser. El saxo cubano de blanco traje, el vagabundo, el chicuelo, el vendedor de periódicos, el payaso ambulante, el titiritero, el arrebolado mundo entre dos aceras que se disputan invitarte a ponerte el disfraz y compartir la alegría de la vida, el sentido homenaje a los padres, el piropo a la mujer de bandera, a compartir, en suma, la magia del pasacalle.

Grisalla se quitó el blusón y se lo dio al pintor de Pasacalles a cambio de su paleta para enriquecer sus colores con las franjas de la bandera y poner ritmo flamenco a un mensaje libertario en homenaje a Mariana de Pineda. Les sobró valor y arrojo a las revolucionarias del pueblo para desafiar un estribillo que se les pudo hacer verdad. Marianas de camisola, cinturilla de talle ajustado y faldas rojo sangre derramada, pardo de la tierra de este solar andaluz, azul grisáceo de su oscuro horizonte de marginación y verde esperanza de un mañana libre en la guía central. Un tipo sencillo y realista el de estas revolucionarias a las que quizás sorprenda saber que fue una mujer, Dolores Ibarruri, "Pasionaria", quien en el 36 lanzó al aire la frase "más vale morir de pie que vivir de rodillas", que posteriormente Ernesto Guevara, "Che", y los revolucionarios cubanos hicieron famosa.

Estas eternas novias de futboleros que no quieren casarse de penalti, como la inspiradora de su tipo, dieron la replica a las agrupaciones masculinas en el piropo al hombre virilizando a febrero y pidiendo un padre que sea hombre (por que el que pega a un niño o a su mujer está claro que no lo es) y gritando a los cuatro vientos que no quieren vivir a los pies de cuatro machistas. Los dos cojones que le faltaron al enemigo le sobran (en ovarios claro) a estas revolucionarias en su búsqueda de un más que merecido aplauso y una más que ganada igualdad. La fuerza que pusieron en el estribillo, el coraje que echaron para cantar las cuarenta y sacar a pasear su bandera a pesar de lo que llovía en el foro, la garra que derramaron en las frases fuertes revolucionando el teatro puesto en pie, les faltó para moverse en el escenario, marcar más la coreografía y darle chispa a la critica al novio futbolero y la fiestecita sexy.

Las comparsas están en el buen camino, consiguiendo nivel. El personal le ha dado caña al mp3 y nuestros oídos lo han agradecido. El paso de los guardianes por la fragua al jubilarse se ha notado. ¡Y es que es mucha fragua la de los Mairena! Pasacalles se ha lanzado al juego de voces, especialmente conseguido en los "quejios" y las frases sentidas y emotivas, por lo bajo. También Grisalla ha afinado el hilo musical y se notan los ensayos, el acorde y las voces más trabajadas. Con copla y vino… se anda este camino y pasito a pasito se llega al destino, como recordaban las revolucionarias, que toman del poeta sevillano, y republicano por cierto, la palabra y del doctor Serrat la voz: caminante no hay camino, se hace camino… en el carnaval.

Las chirigotas siguen la estela de Cádiz, que no es mala cosa. Derroche de imaginación para unas agrupaciones con el toque justo de locura que precisa el carnaval, guasa para hartar al más pintado y ganas de pasárselo bien y montarla, aunque sea en el camerino.

Los marilocas del 2004, tras muchas dudas, han recordado por fin que están completamente locos, como lo han estado siempre (y de algunos lo puedo acreditar al menos desde la ESO), y se han lanzado a la carrera de ponerse a la línea con una tal Concepción. Que debe ser la directora de filas, porque estas a Gibraltar no llegan ni hartas de pasteles. Todo lo más al parquecillo alegre y repintado del forillo. Correctos y solidarios con un compañero cuando el infarto del padre le impedía actuar, se ganaron el apoyo de todas las agrupaciones y el aplauso del público cuando, el segundo día, se pudo verles por fin sonreír como el sol de su forillo, porque cantar significaba la mejoría de Sicardo.

Enlazando con gracia canciones de moda y alusiones sexuales, con una gesticulación original y conseguida y letras muy bien conjuntadas, movieron al público al ritmo pegadizo del popurrí, con aires alegres y vivos. Muy en su tipo cotillearon sobre una feria glamurosa seguida con creciente atención por los medios de comunicación como preámbulo de la sevillana y dedicaron sentidos pasodobles de circunstancias cargados de verdades y consistencia como los michelines de su tipo. En el segundo pase, que para ellos fue el primero, abrieron el telón y se quedaron con el.

Los futbolines de la camisa vieja azul (sin referencia política no vayan a pensar) que algún año lució la selección española allá por los 30, presentaron una alineación sin portero, porque se les largó con la Eva, como se lamentaban los cadetes de la benemérita al ritmo de la pegadiza canción de formula V, consolándose de su ausencia con el pase de revista.

La original presentación, muy a tono con su tipo, recibió los firmes aplausos, más que merecidos, que pedían. El animado baile, las letras oportunas y la fulminante réplica de rima consonante al fallo de telón arrancaron a la hinchada de sus asientos celebrando el gol mejor marcado del partido. Estos futbolistas de corto rodaje, han mejorado bastante desde que dejaron de contarle chistes a los piojos. Tras aguantar la prórroga más larga del mundo por incomparecencia del contrario hicieron bueno su nombre. ¡Dí que sí,! ¡pa pelotas las suyas!. Un poco más y al pijama lo pasan por agua y lo tienden a secar.

Los doce del patíbulo, cansados de ir a todas y no llegar, se han pasado al bando contrario y ahora defienden la ley, … pero a su estilo. Los Jartibles cumpliendo lo prometido en anteriores años, salieron en serio. Bueno lo intentaron. Porque ni "vestios de siviles". Lo suyo es la juerga pura: la del motorista cornudo que pasa del primer pase; la del guardia de caballería que entrena para el desalojo de caballos en la feria; la de la organización de la circulación en el pasacalle o la del corte de tráfico en Mairena, parando, con un par… de tajadas, a un "nisan" de la benemerita institución. Quienes ansiaban desde el foro que detuvieran a las revolucionarias iban "aviaos". Hasta desfilaron juntos.

Quizás alguien podría pensar que el robusto y sableado teniente debería prestar menos atención a la banda pequeña y juguetona e imponer un poco de orden en las verdes filas, exigir más vigor en los chistes, más coordinación en la coreografía y más fuerza para tirar los chupetes al público, que terminaron en el foso. La agrupación necesita más cuartelazo y más ensayos si quiere ganar el concurso. Otra cosa es que esté dispuesta. Los jartibles se pasan la coordinación por …el control. Lo suyo es la guasa y la juerga; habían venido a emborracharse, como se "jartaron" de gritar hasta enronquecer desfilando por el patio y el bar de la Casa de la Cultura y en el pasacalle, y lo demás les daba igual. Hasta de "siviles" hacen botellona en el cuartelillo y mucho me temo que si el teniente intenta imponer disciplina le dan un tejerazo.

"Verdeaores" en paro y toreros reconvertidos, los Eos, dejaron los trastos hartos de talar y hacer cisco y ahora se lo fuman. Hicieron bueno su nombre ofreciendo al público un guiso con más cani que papas. Sacaron un tipo facilón pero conseguido: chandal blanco de uniforme, un invitado trianero, de ilustre estirpe artística, con chándal rojo, y seductoras nenas de chandal rosa. Y le dieron marcha con una puesta en escena realista y fuerte a la que no le hizo falta forillo, sólo un coche "tuneao" con maletero de 10.000 vatios. Aunque los cordones sean "de ancá Paquito", algo se aprovechó del tipo de los cooperativos y alguno llevaba tuercas y cadenas de tractor. Echaron el resto saliendo de entre el público en el segundo pase, con garra y fuerza hasta romperse el labio el octavilla, amontonando chistes improvisados y escenas de sexo, dispuestos a tunear hasta un charré y pegarse con los pijos de El Viso o del Torreón, en plan Bel-Air, al ritmo de hombres G.

Los cardenales más jóvenes del Vaticano quedaron rebajados a obispos por fallos de sastrería, que no encontró cordoncillo rojo. Pero eso sí, los primeros en el teatro y el pasacalle, al pie del cañón. La larga espera aguantando vestidos desde la tarde para actuar los últimos les pasó factura. Llevaban más horas que los angelitos y hasta Benedicto 16 quedó rebajado a 10 de tanto esperar. La iglesia del forillo se les quedó chica para meter tanto arte como pusieron en el escenario y hasta se bajaron del cielo a Bob Dylan para vestirlo de monaguillo y revolucionar el escenario con sus papelillos.

De nada les sirvió rezar al Cristo de la Cárcel para pedir que los librase del jurado en el segundo pase. No atinaron con el rezo, entusiasmados con las conchitas de Ariel, les faltó imaginación ¡y les sobró la imaginería! Quizás el Cristo de la Cárcel les mojó la actuación en la glorieta tras el pasacalle, como si lo hubiesen asomado a la vega. Necesitan prestar más atención a la música, insultar menos coger el ritmo y mejorar coordinación. Nada que un poco de rodaje y ensayo no logren. Aquí, al contrario que en el confesionario que hacía de locomotora de la juerga, sí hay madera… de buenos carnavaleros.


Cosas de Mairena

Todas las esquinitas de Mairena quieren ser cantadas como lo hizo pasacalles, en una población que está dejando de ser la de las casitas blancas que cantaban los futbolines, dada la afición que últimamente le ha entrado a la gente por la calamocha y el ladrillo visto. Mucha Plaza de las Flores este año en las coplas. Desde el homenaje desde el futbolín a la familia de bronce que vive en el corazón de Mairena, al dedicado a "La Niña de la Expertación", madre, abuela, virgencita buena y todo lo que se pueda ser y más de los criados en la plaza. A ella los jinetes le pedían que les abriese con su llave las puertas del cielo, seguros de que estaría haciendo compañía a San Pedro para enchufar a los que vengan de Mairena recomendados por su Cristo de la Cárcel.

Recuerdos para Luis, hermano grande, para los de verde y para sus cardenales, monaguillos al lado del maestro, Cristo en persona. Cardenales que, muy en su papel, dedican un sentido piropo a la Virgen de los Remedios, quizás pasándose un poco en insulto a la sacristana. Resonó en todo el teatro el canto de los jinetes al trovador de Mairena, Pepito Hernández con sus obras sin animo de lucro.

Las agrupaciones repasan los lugares de fiesta en Mairena, las botellonas en las casetas de feria, se quejan de los niñatos con moto a los que les molesta el casco y denuncian los que en la carretera se juegan la vida de los demás. Y ya son varias las coronas que jalonan nuestras carreteras. Los picolos establecen animados controles de alcoholemia en noches de farra y juerga en las que hasta los porros de los canis tienen olor a seta. Una juerga tranquilizada a base de tranca de la policía municipal, que tuvo que contar con la ayuda de una pareja del benemérito cuerpo para contener a los entusiastas. Aunque se vieron francamente insuficiente para contener tanto desmadre carnavalero, tanta guasa y tanto arte.

Y no podían faltar las referencias a El Viso, un pueblo donde no gusta el Cristo, según dicen los canis, que no soportan que vengan a la romería con el caballo y no se gasten "ná" en la feria. Encontraron a un "viseño" en el publico y lanzaron toda su artillería ofreciéndose para tunearle el charré. Un poco más y se lo comen. Como los picolos que le dieron un buen repaso al cancionero rimado de palacio y a la virgen de la cochera.

Quizás para algo se instaló tan sabiamente el benemérito cuerpo en el cerro, vigilando la carretera que viene desde el pueblo vecino. Los canis preferirían que en lugar de fastidiarles la botellona colocaran el control en la nueva glorieta para evitar que les "sople" la novia un pijo o un piju, que para el caso… Pero que sigan vigilantes en la frontera con esos entrañables vecinos sin los que la vida no sería lo mismo.

El pasacalle

Pasacalle muy animado, desorganizado, bullicioso, cantando el personal cuando le daba la gana: lo que en definitiva debe ser un pasacalle. Pedirle reglas, horarios y compostura es como ponerle puertas al campo. Pero se echó de menos el calor del pueblo, la gente de Mairena que debe hacer suyo el carnaval. Más jaleo, más disfraz y más ambiente, todo el encanto de un pueblo levantado en juerga que puede hacer masivo un pasacalle.

En el escenario un verdadero caos de listas y orden. Cuando el lema "alcohol, alcohol, …", se llevó a rajatabla y la munición de los bien surtidos carritos del super hizo su efecto ninguna agrupación logró mantenerse completa por mucho tiempo; el liquido hervía, la banda del pijama se lanza a calentar la noche, las revolucionarias a pie firme agrupadas junto a su bandera esperando una caja que no llega (cosas del trabajo) y pasacalles extraviando la suya, hasta que los curas trajeron el agua y disolvieron la fiesta.

Tras la mojada la benemerita, bajo la atenta mirada de un Marx asombrado de ver tanto tricornio, y algunos restos de comparsas y chirigotas siguieron la juerga un rato. Algunas revolucionarias, convertidas en capuchinos negros con gritos de libertad escritos con sangre a sus espaldas, los restos de jinetes y pasacalles hermanados, algún futbolista y los canis mantienen el tipo derramando arte bajo una palmera. Ya decíamos en 2004 y lo repetimos, que previendo la llorona venganza del guasón febrero, las actuaciones "a techao", que tener una caseta municipal permanente en el real de la mejor feria del mundo no es un lujo; en Mairena, es una necesidad.


Libertad

La gente pide libertad: para salir con tipos provocadores, para ondear banderas de cualquier color, para las "coplas que regalen a mi pueblo aunque vengan de fuera", para tirar chupones al público, para cantarle las cuarenta a más de uno y más de dos, para vestir tipos atrevidos y quedarse con el personal o para pasarse las reglas y el tiempo por el porro como los canis, con espacios más largos que los pases por chicuelinas de la escuela de tauromaquia. Carnaval es la alegría de la calle, la amistad que cantaba los pijamas y la libertad que proclaman las revolucionarias, las verdaderas reinas, aunque enarbolen bandera republicana.

Y lo de la banderita ha tenido miga. Pasemos por alto que la bandera que bordó Mariana era morada entera con las palabras "Ley, Libertad, Igualdad". Un lema liberal dirigido contra el gobierno absolutista de Fernando VII que estas mujeres maireneras retoman bajo el emblema republicano, que ondeó masivamente en los balcones de toda España en el centenario de la muerte de la granadina. Otros planteaban subir al escenario otra bandera. Y al final los picolos subieron la bandera y el pollo, saludando a la primera y pasándose el segundo por la entrepierna. Esperemos que no estuviera contagiado de gripe aviar, si no, "aviaos vamos".

Y hablando de aves, los gavilanes ha desplazado este año a los cernícalos del castillo. Casi todas las agrupaciones incluyeron referencias de la pegadiza música en su popurrí y chicas con camisas a cuadros, sombrero y prendas vaqueras lucieron palmito en el pasacalle, entre una indisciplinada tropa que dio digna escolta a las dos banderas, al son de la risueña charanga que abría marcha, demostrando que en el carnaval la juerga es la única política.

El concurso

Bueno la juerga y el concurso, que también de piques, juicios, desafíos y victorias entienden las agrupaciones maireneras. Los jinetes cantaron a los copleros pidiendo hermandad, sin envidias, pero con su "mijita" de pique invitando a sus colegas a olvidar la victoria. Como jinetes que conocen el último día, con guiño amigable les emplazaban a verse en el juicio. Y se vieron. La compañía de arqueros, tras ser dueña del bien y del mal en un año sin concurso, quedó segunda. Pero fuera reverdeció laureles y ahora los arqueros pasean por las calles bien altos no dos, sino tres dedos, uno por Coria, otro por Carmona y otro por la perla del Guadaíra. Ya lo cantaban en su copla: nadie es profeta en su tierra.

Aunque según cantaba pasacalles el carnaval no se compra con dinero, las chirigotas tuvieron que repartirlo para llegar a un acuerdo en el concurso. Los futbolines, aunque declaraban no haber venido a ganar, por poco se lo llevan calentito. Finalmente se llegó a un acuerdo por encima de las reglas, en beneficio de todos, para mayor grandeza del carnaval y disfrute de Mairena.

Cierto es que el carnaval es trasgresión, libertad, barullo, caos… Y de todo ello hubo y bien despachado durante este carnaval. E incluso sobró algún insulto. Pero las reglas no están para saltárselas o para joder a los demás como se cantó. El telón separa dos ámbitos muy claros y en el escenario, si se quiere que continúe el concurso, son precisas unas mínimas reglas. Y no debe ser el jurado el encargado de establecerlas, o improvisarlas cuando surge algo imprevisto. Desde el foro se ha apuntado la creación de una comisión, en la que deben estar todas las agrupaciones, que organice el concurso y establezca unas reglas sencillas que todos respeten. Los jueces a juzgar… y a fallar que es lo suyo. Y si alguien debe imponer a rajatabla las reglas, que sea la benemérita institución, que están "deseandito" poner orden tras el telón.

Pero es que hasta el telón este año quiso sumarse a la juerga del carnaval. Entre los futbolines que jugaron la partida más larga de su vida, los civiles a los que tiró la bandera nacional al cerrarse, sin que las revolucionarias tuvieran nada que ver, el Paco que no encontraba el agujero, los canis que se lo pasaron por las papas atacando desde el graderío..., la cosa estuvo sembrada. Paco, el pantera presentó el espectáculo tirando de armario, porque podía, en un intento por dominar el telón. Pero ni el hippy, ni el rosado felino pudieron hacer nada con el cortinaje y en el segundo pase se comió el tigretón para salir de bombón de la caja roja y camuflarse de telón para que no le vieran.

Puede ser buena idea escoltar a las jóvenes agrupaciones maireneras invitando a algunas más veteranas de las poblaciones cercanas o de Sevilla. Los tunantes cantando al ritmo del Gaudeamus igitur como entradilla, compartían con sus primos los canis el gusto por la fumata blanca, y uno de ellos se infiltró a ver que pillaba; los hipócritas, desde un tipo muy en la línea de Cádiz, camuflados de dueños del bien y del mal, mostraron la doble cara de la fiesta; El coro de payasos andaluces de Triana apoyó las reivindicaciones sociales y habló de los canis; Mofeo dio una lección de coordinación y melodía desde un tipo nada acorde con los cánones clásicos; y las chicas de El Sur, con estrella incluida, acompañaron a las revolucionarias en su reivindicación feminista con colores más alegres. Pero si las queremos aquí otra vez, que les den un planito, o les envíen a los picolos para que las escolten y no se pierdan por las rotondas de esta Mairena nuestra que está creciendo a un ritmo que pronto no la reconocerá ni la madre que la parió.

La amistad

Pero lo más profundo del carnaval afloró en la primera tarde. Hace falta ser todo un carnavalero y llevar sangre de cuplé en las venas para compartir el dolor de un compañero de tablas y sacrificar meses de sangre, sudor y sueños a la carta de un aciago día. Hasta las nubes lloraron aquella fría noche de sábado por el padre de un chirigotero y la luna quiso asomarse abriéndose paso entre las nubes hechas jirones para arrimarse al escenario.

Fue pasando al fin la noche buscando entre todos un rayito de esperanza; los cardenales dirigieron un rezo colectivo de comparsistas y chirigoteros; los futbolistas alineados en un minuto de silencio; el pasacalle detenido mereció un "estamos aquí con ustedes" de los pijamas, siempre al quite, desde las ventanas de la cabina; los jinetes refrenaron sus caballos, las revolucionarias bandera en ristre en posición de saludo y los canis paraditos, respetuosos, escoltados por el benemerito cuerpo que les dedicó la actuación. Todo el carnaval estuvo con la banda con el corazón "encogío" temiendo lo peor.

Me quedo con esos momentos de compañerismo en que se sabe que por encima de la competición que dura unos días, está el amigo, y un amigo es para todo el año. Me quedo con el sentido homenaje de los cardenales a las restantes agrupaciones; con el pique sano entre las agrupaciones; con esos guardianes que desde su tipo de ultratumba piden el hermanamiento de los copleros; con la victoriosa invitando a los demás a ver la magia del pasacalle; con unos canis reconociendo la superioridad de la banda del pijama; con el gesto de los futbolines que declaraban no haber venido a ganar y supieron ceder; con esos acuerdos que si son de todos bienvenido sean, para mayor grandeza de la fiesta. Con un carnaval así, como cantan los jinetes en su cierre, me quedo dentro.